El valor del voto
En estas elecciones, como en todas las demás, el gobierno cumplirá cabalmente su objetivo, que es el que los ciudadanos no salgan a votar, tal y como ha ocurrido en todas las votaciones.
A pesar de la intensa campaña que emite el gobierno invitando a que la gente a votar, la verdad es que no quiere que la gente participe en las elecciones, porque si en verdad quisiera que los ciudadanos emitieran su voto, entonces reformaría las leyes para obligarlos a votaran, y perseguiría y hostigaría a quienes no lo hicieran, tal y como lo hace en el cobro de los impuestos.
Pero el gobierno no quiere que la gente participe, en primer lugar porque los quiere tener “dormiditos”, entre menos se involucren en la política mejor para los gobernantes, y después porque le salen más baratas las elecciones, ya que a los pocos que participan los tienen comprados con despensas y con los programas de apoyo social.
Es un hecho contundente que el ganador absoluto de todas las elecciones es el monstruo del abstencionismo, y la paradoja del caso es que los culpables son precisamente esa gente que no quiere votar, es la que permite que las cosas sigan igual, solo imagínese que esa inmensa mayoría manifestar su voto, no digo que por tal ó cual candidato ni partido, tan solo que acudiera a anular su voto, entonces ya pasaría de cero a la izquierda a ser un voto nulo, pero la gran diferencia es que ya contaría y ningún gobernante podría tomar posesión si la mayoría de los votos son nulos, pero como son abstencionismo no son tomados en cuenta.
Ojalá que algún día los ciudadanos logren entender el valor de su voto, así los que votan dejarían de venderlo por unas migajas y los que no votan decidirían la balanza para el ganador, pero mientras tanto se hace realidad el dicho de que “El Pueblo Tiene el Gobierno que Merece”, y eso es lo que merecemos por nuestra apatía por la política.
Torreón, Coahuila.
Froylán Armendáriz Zúñiga.
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‘Sedesol (uff!)’
No se cansa nuestro presidente Calderón de hablar bien de la Secretaría de Desarrollo Social, muy bien; a lo mejor él tiene otra imagen de sus subalternos, ya que desconoce toda la podredumbre que practican, pues para todo piden “mochadas”, o de perdido “extravían” parte de las ayudas en especie que el gobierno de buena fe, envía a damnificados, etc.
Es de todos los constructores conocido, que los empleados de Sedesol, que a su vez son empleados del pueblo, “no se van lisos” en cada inversión que ejecutan, pues va implícito un porcentaje en cada obra, por pequeña que ésta sea.
De veras es un pillaje que asusta al más pintado.
¡Ay Sedesol!, cuantos pecados se cometen en tu santo nombre!
Torreón, Coahuila.
P. García Ch.,
