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El valor del ejemplo

Con frecuencia nos repiten las autoridades educativas que la educación no termina nunca y que uno de los ejes de esta ley de educación y la otra es la formación continua. Esto es especialmente necesario para los educadores, tanto padres como profesores, pues para mejorar a los demás, primero tienen que cultivarse ellos mismos como personas, como padres, como educadores, como profesionales y como cristianos.

Los educadores pretenden que los jóvenes sean cultos, que tengan el hábito de la lectura y estudio, que sepan aprovechar el tiempo libre para su enriquecimiento personal y que su trabajo posterior tenga una finalidad de servicio a los demás. Pero los padres y profesores deben dar ejemplo en todo esto.

Porque los educadores forman a los educandos con sus palabras, pero mucho más con su forma de ser y su ejemplo. Los entendidos en educación afirman que las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra. El ejemplo recibido en la familia es la huella más profunda que queda en los hijos. La conducta de los padres es estímulo y señala el camino de la conducta de los pequeños. Los chicos admiran a sus profesores y padres por su capacidad de lucha para mejorar ellos mismos como personas.

Quizá el aspecto más importante del tema que se comenta es la coherencia. Es fundamental la coherencia de los padres entre lo que dicen y lo que hacen, así como entre lo que exigen a sus hijos y lo que se exigen a sí mismos. Si se vive esta coherencia, los padres ganarán en prestigio y credibilidad para ejercer la autoridad en la familia.

Si los educadores descuidan su propia formación personal difícilmente lograrán el cultivo interior de los hijos y alumnos, porque solamente educan los que se esfuerzan en mejorar su propio nivel de formación; sólo enseñan las personas que siguen aprendiendo en su edad adulta y sólo ayudan a madurar las personas que tienen cierto nivel de madurez.

Todo esto lleva a una cierta exigencia de autoformación por parte de los educadores, porque nadie da lo que no tiene.

Arturo Ramo García.

***

¡Pobre Gómez Palacio!

Soy una persona que constantemente viajo al rumbo de Dinamita, Durango, y desde hace tiempo veo la incapacidad y negligencia, de las autoridades municipales de Gómez Palacio, así como del gobierno estatal para rehacer la carretera desde el entronque de la federal a Ciudad Juárez, en la vía hasta esos poblados, ya que está totalmente destruida.

Y eso que por ahí transitan vehículos de empresas importantes que deberían de unirse al gobierno e invertir en esa carretera para hacerla más productiva. También es ruta hacia un autódromo de carreras, y vaya que para arribar a él se necesita destreza para esquivar los pozos de la carretera.

Me imagino que ya llegan entrenados y diestros a sus prácticas de velocidad. Yo creo que la presidenta municipal sólo transita de su casa a su trabajo, pues veo que sólo la calle Francisco I. Madero de entrada y la avenida Hidalgo de salida están más o menos transitables ¡Pobre Gómez Palacio!

Gómez Palacio, Durango.

Carlos Fuente,

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