‘Los sesenta mil’
Mucha difusión han cobrado las cifras de los sesenta mil muertos que se han producido en el país tras la intentona de frenar al crimen organizado, número que tiende a aumentar pues al parecer no se les ha facilitado acabar con quienes amenazan nuestra paz y la de nuestras familias.
Se culpa al presidente, al ejército, a los federales y se les ve con recelo cuando, en aras de hacer su trabajo, llegan a las colonias o rancherías. Se ha sembrado también la desconfianza que debería existir de la población hacia estos servidores abriendo brechas de silencio, ocultismo y grandes campos de apatía que en nada ayudan en esta guerra.
Hubo imprecisiones, omisiones, ligereza en la información y hoy pagamos las consecuencias de aquello.
El presidente y los encargados de seguridad supusieron que todo hombre o mujer mexicanos que portaran una placa y un uniforme estarían ahí para dar la vida por la patria y que a la voz de ¡ya! irían cual sabuesos a la caza de la zorra escondida en su madriguera y como en los comics salir los héroes victoriosos en cada batalla.
Tarde se dieron cuenta que la corrupción y la intimidación por estos grupos hacia los encargados de la seguridad estaban en su apogeo y que aquellos que se ostentaban como jefes de sus corporaciones lo eran sólo en el papel pues sus agentes servían ya a otros intereses. De ahí el detonante de los eventos que a diario leemos o escuchamos.
Pero también, a fuerza de ser claros, es menester analizar cuántos de estos sesenta mil, que pueden ser más ya que hay estados del país que maquillan las cifras a nivel local y no transmiten a fidelidad el número exacto de vidas humanas por estos delitos, cuántos de éstos eran inocentes, es decir que no andaban en actividades ilícitas y que al final son víctimas reales de la delincuencia y los enfrentamientos.
Sesenta mil se oyen muchos y no debiera haber uno más, así fuera el peor criminal.
Sin embargo, no se puede juzgar a justos por pecadores y si sería oportuna la información detallada al respecto.
Hoy hay sesenta mil mexicanos menos oficialmente y muchos huérfanos, viudas y madres dolidas, puesto que la política ama a todos sus hijos así sea el más malcriado; este coctel de odio no es bueno para el país y se convierte en una bomba de tiempo tal, que si quien asuma el próximo gobierno no sabe cómo apagar esa mecha, seguramente veremos en breve actos como en Siria, Libia, Egipto, donde la gente harta de tanto abuso decidió ignorar a sus gobiernos y ejercer la ley aun en contra de aquellos a los que en un tiempo vitorearon y aplaudían.
Miguel Gerardo Rivera,
Gómez Palacio, Durango.