Retenes ¿inhiben al crimen organizado?
Me atrevo a aseverar que no. Desde que tengo uso de razón, así como conocimiento de la existencia de los retenes, sean éstos militares o policiacos, se han utilizado para todo, excepto para asegurar el cumplimiento de la ley o resguardar nuestra seguridad y patrimonio.
Salvo algunas ocasiones, que se pueden contar con los dedos de una mano, los retenes han logrado su objetivo o al menos han servido para la captura de un delincuente o decomiso de mercancías o sustancias ilegales.
En esencia, esta medida cautelar o preventiva es, en sí misma, una muestra de cómo nuestro sistema gubernamental vulnera nuestras garantías constitucionales, violentando con esto el estado de derecho que nuestras autoridades están obligadas a respetar y hacer respetar.
Se violenta el artículo 1º de la Constitución que establece el respeto a los derechos humanos y garantías que la propia Carta Magna especifica. Se transgrede nuestra garantía de libre tránsito en nuestro país establecida en su artículo 11. De la misma manera, se infringe el artículo 16, que nos garantiza el no ser molestados en nuestra persona y posesiones, salvo mandato por escrito de autoridad competente, fundado y motivado.
Estaría de acuerdo con estos operativos, si en verdad cumplieran su objetivo, si fueran serios, profesionales, aplicados por gente preparada exprofeso, con criterios bien establecidos, funcionales, pero sobre todo con personal honesto, con la vocación y voluntad de servir.
Lamentablemente, contrario a sentirnos más seguros con su implementación o presencia, experimentamos un sentimiento de confusión, de no saber si es una buena o mala la decisión su existencia.
Sobre todo, porque inmediatamente que nos encontramos frente a un retén, el primer sentimiento que nos asalta es el de molestia, en segundo lugar, nos sentimos inseguros (vaya contradicción) por la falta de confianza que inspiran, sobre todo las corporaciones policiacas municipales y estatales, por último, deja mucho que desear la forma en que se desarrolla el proceso en general.
Sin lugar a dudas, la primera causa de molestia obedece al tiempo que nos retrasa, esto se potencia a su máxima expresión, sobre todo, si diariamente tenemos que pasar por uno o más de estos operativos.
Es cierto, si ya tenemos conocimiento de un retén en específico, podemos preveer salir, con cierto tiempo de anticipación a cumplir nuestras obligaciones. El problema es, saber con cuánto tiempo, ya que el aforo vehicular, no obedece a un patrón específico de comportamiento, como tampoco lo es, el proceder de la guardia en turno.
Además del tiempo, costos adicionales, son el dinero perdido, por llegar tarde a un evento, por el combustible gastado en la espera, por la irritación causada en el estado de ánimo y por daños colaterales diversos que nos afecta en diferente grado en lo individual.
La otra causa por la que no terminamos de aprobar estos operativos, es por la falta de confianza en los cuerpos policiacos. No tanto así, en el Ejército o Marina nacional.
Temor, totalmente fundado. Diariamente nos enteremos de sucesos en donde los cuerpos policiacos municipales y estatales, se encuentran involucrados con la delincuencia organizada y el narcotráfico, actuando, en el mejor de los casos, como informantes de los criminales, en el peor, como empleados, haciendo el trabajo sucio.
Finalmente, existe en todos los ciudadanos la incertidumbre de cuáles son los criterios con los que actúan los elementos asignados al retén para decidir a quién sí y a quién no terminar de molestar con una revisión, que por su proceder raya en la ridiculez.
No sabemos si están preparados (dan la impresión de que para nada), si bien son respetuosos, en algunas ocasiones no dan esa impresión, sobre todo cuando los vemos hablando por celular, distraídos platicando entre sí, o noviando con damas de la localidad (ojalá no sean enviadas para distraerlos).
Para concluir, lo peor del caso, es que no relacionamos a los retenes con ningún resultado contundente en contra de la delincuencia y a favor de la seguridad. Reitero, el sentimiento al llegar a uno de ellos, más que de seguridad y confianza es de incertidumbre y molestia.
Jesús Gerardo Puentes Balderas,
Torreón, Coahuila.