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‘Un problema, una solución’

Existe un problema de salud, muy extendido en la población mundial, se caracteriza por presentar síntomas de muy diversa índole, como pensamientos tormentosos que someten al individuo a un sufrimiento constante que vienen acompañados por mal carácter, irritabilidad, sentimiento de culpa, de autocompasión, frustración, depresión, estallidos de ira o cólera, de pánico, de inferioridad, entre otros defectos de carácter. Lo peor del caso es que la persona enferma es la última en percatarse que está siendo víctima de neurosis. La solución que yo encontré fue le grupo “Sólo por hoy”, de neuróticos anónimos donde fui recibido con los brazos abiertos y me enseñaron a vivir un día a la vez con mi mente en calma. Ahí con la diaria asistencia, el programa de recuperación se fue infiltrando en mí, transformando mi manera de pensar, sentir y actuar, trayéndome grandes beneficios a mi vida cotidiana. Extiendo una franca invitación a quienes sufren dicho problema a unirse a nuestro grupo en calle Zaragoza # 9 Norte, casi esquina con avenida Allende, en el Centro de Torreón. Sesionamos de lunes a viernes de 18:30 a 20 horas.

Miguel M.

***

Orden y justicia en México

Se entiende que para que haya orden y justicia en México, son imprescindibles las leyes y para hacer que se cumplan se necesita un aparato coercitivo del Estado eficaz, que obligue a todos los mexicanos a cumplirlas sin distinción. El problema surge para hacerlas y cumplir sin distinción y eso es innegable; a través de la historia se ha repetido esa constante: las leyes no se aplican en toda su extensión a ciertas clases de individuos. Las leyes se han convertido en simple papel con textos cargados de buenas intenciones y excelente gramática, pero que en los hechos se aplican como un efecto de comercio.

Unos individuos que quedan al margen de ellas son los políticos. El político está obligado por ley a servir y dentro de sus actividades promulgan las leyes y exigen que se cumplan. Las redactan, discuten y publican para su observancia general, pero no quieren incluirse dentro de los obligados. Suponen que la ley tiene una repercusión en los individuos que no sean ellos.

Es una utopía, pero si el poder reside en el pueblo, deberíamos promulgar una ley exclusivamente dirigida a los políticos que los obligara a hablar con la verdad. Sí con la verdad, sobre todo en lo económico del gobierno que tenga que ver con el bienestar del pueblo. Aquellos hechos que son susceptibles de ser cuantificados y que los gobiernos manejen siempre con cifras alegres, aquellos hechos que cualquier ciudadano pudiera comprobar y que fueran elementos de fuerza para contradecir y sancionar a aquellos malos servidores que negocian utilizando la mentira.

Porque la mentira es la causante del peor daño. Y toma dimensiones enormes cuando es utilizada por el político. Ha provocado hasta revoluciones: en México a principios del siglo XX nos hacían creer a los mexicanos y al exterior, que vivíamos en una nación próspera y justa. La verdad tuvo mayor peso y las consecuencias todos las conocemos.

Queremos leyes que produzcan cambios significativos y el primer cambio importante es creerle a la clase política. Se terminó un gobierno que repite por inercia simplemente lo que ha sido el país a través de la historia, un México de mentiras. Empecemos por obligarlos en lo sucesivo mediante una ley emanada y verificable por el pueblo a decir la verdad. Se les ha dicho de mil maneras que actúen con honestidad, que cumplan con eficacia y probidad con los cargos que les han conferido; se les ha instado a que sirvan con imparcialidad y justicia; a que formen parte de todos los mexicanos sin privilegio alguno, no lo han querido escuchar, entonces ¡vamos a obligarlos!

Eduardo Agüero Tejeda,

Gómez Palacio, Durango.

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