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El paso de la muerte

Es una verdadera odisea poder cruzar la Calzada Agustín Castro en Gómez Palacio, a la altura del conjunto de unidades del IMSS (4) que se encuentran en esta importante arteria vehicular. Ninguna autoridad de ningún nivel de ninguna institución de las muchas involucradas pensó en el peatón que cruzaría para ser atendido de su salud y paradójicamente encuentre la muerte en su intento de hacerlo.

Invito a las autoridades municipales y de tránsito, regidores conscientes del bienestar de sus representados que intenten realizar esta hazaña para darse cuenta de lo dificil que resulta. Agreguen a esto que las personas que lo intentan utilizan muletas, sillas de ruedas o algún otro apoyo necesario por algún problema de salud que padecen. Automovilistas, taxistas, camiones de ruta, todos “estresados” por llegar a tiempo a donde vayan no disminuyen su alocada velocidad. No construyeron los pasos peatonales necesarios al nivel del suelo, por las características mencionadas de las personas que utilizan esta vía. Además que el ingreso a ésta calzada del Boulevard Miguel Alemán es por el crucero “inteligente” y de ésta al Boulevard Alemán, complicando aún más lo arriba mencionado. Creo que en el proceso administrativo existe un punto muy importante llamado planeaciòn y aquí no se observa por ningún lado.

¿Avanzamos todos? ¿Cuantos atropellados faltan para corregir el proceso?. Autoridades responsables tienen la palabra.

Juan Bautista Andrade Ramírez,

Comarca Lagunera.

***

El Niño Dios se ha perdido

Vendría al mundo a restablecer el reinado de Dios en el corazón de los hombres del que brotaría el deseo de crear un mundo en donde la justicia, la paz y el amor entre los hombres fuera lo normal. Se le esperaba como rey, pero nació en una cueva en las afueras de Belén teniendo como testigos a un buey y a una vaca y como cuna un pesebre. Su nacimiento les fue anunciado a los pastores que andaban cerca con esta frase: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.

Como cada año, en unos días celebraremos el nacimiento de Jesús ¡Feliz navidad! Repetiremos una y otra vez; habrá fiestas, regalos, aguinaldos, comidas especiales, adornos, luces de colores, compras, villancicos, ruido, prisas. Entre tanto bullicio corremos el riesgo de que el niño Dios se nos pierda ¿O Tal vez no queremos que su nacimiento pase más allá de la réplica de su “nacimiento” con el que adornamos nuestras casas? ¿O quizá no lo dejamos “nacer” en nuestro corazón porque tenemos miedo que despierte en nosotros la sed de Dios, la capacidad dormida de amar con un amor activo que haga llegar pan al hambriento, vestido al desnudo, agua al sediento, consuelo al triste?

El niño que nació para enseñarnos a creer y a confiar en un Dios tan cercano al que podemos llamar Padre, cuando se hizo adulto vivió fielmente ese compromiso de amor al prójimo, y aún cuando ya agonizaba en la cruz siguió amando y perdonando “a los que no saben lo que hacen”. Sus seguidores, los que nos decimos “cristianos”, nos hemos quedado en lo superficial, en lo intrascendente, quizá no hemos tomado cabal conciencia de la dimensión del acontecimiento que celebramos. En su aparente sencillez, el nacimiento de Jesús no tiene paralelo en lo que ha significado y significa para la humanidad. Festejemos, si, porque hay motivo para hacerlo, pero dejemos “nacer” a Jesús en nuestro interior actuar en él; conozcámosle en su demisión humana, confiemos en el Dios Padre en Él confió, vivamos sus valores, imitemos sus actitudes; solo entonces tendrá sentido celebrar su nacimiento, solo entonces tendrá significado decir con verdad.

Rodolfo Campuzano S.,

Gómez Palaciom Durango.

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