Después de una vida llena de amor, finalmente mi hermana Chacha descansó, este fin de semana.
Luchó sistemáticamente contra todo pronóstico durante muchos años, era una verdadera guerrera, pues recuerdo que hace veintitrés, una noche en el sanatorio Español, salió el doctor y nos dijo: "Entren a despedirse porque Chacha no amanece".
Pero como sólo la voluntad de Dios marca el día de nuestra partida, ella siguió adelante.
Desde que éramos jóvenes, sufrió percances de gravedad. A su graduación de prepa, acudió en silla de ruedas, porque había sufrido un accidente automovilístico. Pero siempre lo hizo con gran ánimo y presencia de espíritu.
Cuantas veces ingresó al sanatorio por diversos padecimientos, siempre salía adelante y reanudaba su vida, con determinación y alegría.
Pero esta última vez, ya estaba muy cansada y quería liberarse del lastre que es el cuerpo humano, cuando se deteriora. Por ello, frente al dicho de que todo en la vida tiene remedio, menos la muerte, yo sostengo que la muerte es el remedio a todos los males.
Crecimos juntos en el barrio de la Degollado. Haciendo diabluras y peleando a brazo partido contra "los malos" de ese barrio bravo; que no eran ni tan malos ni tan bravos, porque Chacha aprendió a pelear a puño limpio con el que se le pusiera enfrente.
Poseedora del un excelente sentido del humor, nos reíamos del mundo siempre que nos reuníamos a cenar.
Precisamente ayer, después del depósito de sus cenizas, nos reunimos para recordar sus anécdotas y nos moríamos de la risa.
Recordamos de nuevo, cuando su hija Lucía encontró sus calificaciones en una caja vieja y ante su comentario de: "Mira mamá, tus calificaciones"; ella se las arrebató y le dijo: "Traiga acá, jodida, yo fui muy buena alumna y usted tiene que creer que lo que su madre le dice es cierto. Eso es dogma de fe".
Por cierto, debo dejar constancia del amor y cariño con el que Lucía, Héctor, su esposo y Sofía, su nieta cuidaron de mi hermana en sus últimos meses. No hubo un momento que no estuvieran pendientes de ella. Y en sus últimos días, Lucía no se separó de su lado. De hecho me enterneció que se negara a desprenderse de la caja con sus cenizas; no la quería depositar. Pero todo tiene un último momento, y aquél era ése.
Todos le dimos lo que quisimos o pudimos darle, porque a todos nos hizo muy felices, mientras estuvo con nosotros.
Su casa, seguirá siendo punto de encuentro para muchas reuniones, en que se fortalecerá el amor, la unión y la solidaridad entre nosotros.
Ahora será nuestro turno, en especial de Lourdes y mío, de velar por la tranquilidad y unidad de la familia. Sé que lo haremos sin problemas, porque eso es lo que aprendimos de nuestros padres.
En momentos como éste es que uno comprueba la cantidad y calidad de amigos que tiene. Su misa de despedida estuvo llena de ellos.
Al estilo gringo, Laura mandó a la casa una charola con canapés que disfrutamos todos juntos después de la ceremonia. Nunca falta el detalle cálido que nos reconforta y nos da ánimos para reanudar la marcha.
Porque la vida sigue y ello es inevitable. Además es cuando vemos en todo su esplendor cuán poca cosa somos. Hoy estás aquí y en la noche ya te convirtieron en cenizas.
Por eso, como dice Sabina: "Si me muero no me hagas con mi dinero un funeral. Guárdalo, para el carnaval".
La vida pasa tan rápido que hay que disfrutarla buenamente. Sin exageraciones, pero sin restricciones. No derrochando, pero sin atesorar, porque nada nos llevamos.
Hasta amigas y familiares, como la Ruca y mi prima Adelita, de salud diezmada, hicieron un esfuerzo para estar con nosotros.
En especial quiero hacer mención de doña Beatriz y Mónica, con cuyo abrazo sentí la presencia de mi hermano Alfonso.
Todo ello no tengo cómo agradecerlo. Espero que la vida me dé la oportunidad de corresponderles.
Si tomamos en cuenta, como dije, que hace ya veintitrés años, una noche, estando Chacha en el hospital, salió el médico y nos dijo: "Entren a despedirse. Porque no amanece", Dios nos la conservó muchos años más.
Yo sólo espero haber sido, siquiera, la mitad de buen hermano que ella fue conmigo.
"Y hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".