El accidente de hace un año en la planta de Fukushima no ha frenado las exportaciones de tecnología atómica de Japón, que, en pleno debate sobre sus propias centrales, busca tener presencia en los proyectos nucleares de países emergentes. Antes de que el tsunami del 11 de marzo desatara el peor desastre nuclear desde Chernóbil, el Gobierno del Partido Democrático (PD) veía la exportación de tecnología nuclear como un prometedor pilar para el crecimiento de Japón, tercera potencia económica mundial.
El país cuenta con gigantes en el desarrollo de tecnología atómica, como Hitachi, Mitsubishi Heavy Industries y Toshiba, que en el ejercicio 2010 (que terminó en marzo de 2011) ganaron unos 242.000 millones de yenes, 2.996 millones de dólares, con sus divisiones de energía e infraestructuras.
El accidente y los interrogantes que Fukushima abrió sobre la seguridad de las plantas nucleares -incluidas las de uno de los países más preparados el mundo- dejaron temporalmente en el aire los proyectos de cooperación nuclear civil de Japón.
El paréntesis duró unos seis meses, el tiempo que tardó el primer ministro Naoto Kan en dimitir y dejar paso a su sucesor, su compañero de partido Yoshihiko Noda, quien pronto dejó claro el respaldo de su administración a las ambiciones internacionales de la industria nuclear nipona.
Noda, a la vez, mantuvo el compromiso de reducir la dependencia de Japón de la energía nuclear, sin que hasta ahora se haya dado luz verde a la reapertura de los reactores parados tras el accidente de Fukushima por seguridad o por mantenimiento, lo que ha dejado al país con sólo dos de sus 54 unidades activas.