Hormona de grupo
La occitocina es conocida como la hormona del amor. Este neuropéptido tiene un papel relevante en una serie de funciones humanas, que van desde la generación del deseo sexual y el orgasmo hasta la relación particular que une a la madre con su hijo.
Hace mucho tiempo que se conocen estas características de la hormona. Pero una pregunta que se ha hecho recientemente es si la occitocina puede también tener una función en la cohesión social. Sabemos, de hecho, que algunas relaciones humanas en las que la occitocina desempeña un papel importante, como el vínculo amoroso o sexual, pueden tener también una función en las relaciones sociales. Por eso, desde tiempo inmemorial, el matrimonio de los hijos e hijas de reyes, caciques y otros gobernantes ha sido una forma de establecer alianzas o pactos de paz.
Cuando menos un grupo de científicos se tomó esta pregunta en serio e hizo una investigación para determinar los efectos de la occitocina en las relaciones, no sexuales sino sociales. Los resultados son interesantes y nos dicen mucho acerca de cómo esta hormona ha normado la manera en que los seres humanos nos relacionamos entre nosotros mismos.
Según un estudio llamado The Herding Hormone (‘la hormona de grupo’) de Mirre Stallen de la Universidad Erasmus y varios colegas neerlandeses, las personas a las que se les administra occitocina tienen una mayor atracción a otros miembros de su grupo social. Quienes no la reciben no presentan esa reacción. Ello sugiere que cuando un ser humano tiene una mayor secreción de la hormona desarrolla también estos mayores lazos de afecto con los miembros de su grupo social.
De forma interesante, el mismo estudio sugiere que este afecto no es universal. La aplicación de occitocina no incide sobre la actitud de las personas hacia individuos extraños a su círculo social.
La investigación parece sugerir que la occitocina no sólo es la hormona del amor sino también la que ayuda a formar un grupo social. Estos grupos, que originalmente eran clanes o tribus de familias relacionadas, eran la forma fundamental de estructura social antes del surgimiento de las ciudades. La misma sustancia que promovía lazos amorosos con personas fuera del grupo, para evitar la reproducción entre personas demasiado cercanas desde un punto de vista genético, se convertía en el impulso para la construcción de comunidades que podían luchar en conjunto para incrementar su posibilidad de supervivencia.
Lo curioso del caso es que esa occitocina que fomenta la relación afectiva en el grupo social más cercano, genera una actitud conformista dentro del grupo. Quienes segregan una mayor cantidad de la hormona son más sociales pero también más obedientes.
Los solitarios y los líderes que no muestran tal actitud amorosa, seguramente tienen una menor cantidad de occitocina en el organismo. Ya empezamos a entender por qué los dirigentes políticos son a veces tan fríos ante los grupos que los siguen.
La hormona del amor puede ser también la hormona de grupo, the herding hormone como la denominó Mirre Stallen; pero su ausencia puede ser necesaria para generar los líderes que las comunidades humanas necesitan con frecuencia.
Twitter: @SergioSarmient4