En el último capítulo del drama que los habitantes de Nueva York han seguido por más de 30 años, el supuesto asesino del niño Etan Patz, secuestrado en 1979, ingresó hoy a un hospital, desde donde será presentado en video ante un juez.
La policía no aclaró los motivos por los que el asesino confeso, Pedro Hernández, fue trasladado al hospital de Bellevue, aunque medios de comunicación locales señalaron que el sospechoso, de 51 años y de origen puertorriqueño, pasó la noche bajo observación para evitar que se suicidara.
Después de que la víspera Hernández se confesara culpable, el comisionado de la policía local, Raymond Kelly, anunció en rueda de prensa que el hombre había sido arrestado, un día antes de que se cumplieran 33 años de la desaparición de Patz en el barrio de SoHo, en Manhattan.
El caso de Patz ha llamado la atención, porque fue el primero de un niño perdido en las calles que fue ampliamente difundido en todo Estados Unidos y debido a que su desaparición hizo que otros menores desaparecidos comenzaran a ser reportados en los medios de comunicación.
El caso también llevó a que el entonces presidente Ronald Reagan decretara el Día nacional de los Niños Perdidos en Estados Unidos, y que los rostros de menores desaparecidos comenzaran a ser impresos en los cartones de la leche para facilitar su localización.
La policía de la ciudad gastó enormes recursos para dar con Patz, quien fue secuestrado a los seis años de edad cuando se dirigía solo por primera vez a tomar el autobús escolar, sin que lograra recabar ninguna pista para dar con su paradero.
Apenas hace un mes, las autoridades excavaban en un sótano de una casa del barrio de SoHo para intentar descubrir restos de Patz, sin ningún éxito.
De acuerdo con la confesión que ofreció a la policía, Hernández atrajo a Patz con un caramelo, tras lo cual lo condujo a su vivienda y lo estranguló. Más tarde, puso el cadáver en una bolsa de plástico que tiró en un basurero al aire libre.
En varias ocasiones, la policía de la ciudad ha anunciado que cuenta con pistas que conducirían a la captura del asesino, sin que en ningún caso hubiera resultados.
Ahora, pese a que tener bajo arresto a un criminal confeso es una ventaja, la resolución satisfactoria del caso no puede aún darse por hecho.
La fiscalía tendrá que presentar acusaciones contra un sospechoso basándose en buena medida tan solo en su palabra. No existe un cadáver, rastros genéticos o testigos que puedan corroborar la versión de Hernandez.
Por su parte, vecinos del sospechoso indicaron que Hernández –casado y con una hija que cursa la universidad– es un hombre tranquilo que no molestaba a nadie y que era visitado con frecuencia por su numerosa familia.
Ex empleado de la construcción, Hernández abandonó ese trabajo para desempeñarse como encargado de una miscelánea, y meses después del crimen de Patz había mudado su residencia del SoHo al estado de Nueva Jersey.