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Importante ponderar los impactos del voto

JESÚS CANTÚ

Hoy con nuestros votos decidiremos dos asuntos cruciales para el futuro de la democracia en México: quién encabezará el gobierno federal durante los siguientes 6 años; y si queremos seguir o no con los llamados gobiernos divididos, es decir, que el partido del Ejecutivo no tenga mayoría en el Congreso de la Unión, o bien, que la tan difundida idea de que ésa es la causa de la parálisis del país, surta sus efectos y, después de 15 años, nuevamente el mismo partido concentre el Ejecutivo y la mayoría en el Congreso.

Desde luego que es muy importante ejercer el voto en forma libre, secreta e informada y, en este último rubro, hay que incluir suficiente información sobre el candidato, el partido que lo postula y sus propuestas de gobierno. En los dos primeros casos hay que escudriñar mucho más allá de lo que partidos, coaliciones y candidatos dieron a conocer durante las campañas electorales, pues en éstas siempre se ofrece el lado amable y se oculta todo lo que puede ir en demérito de su causa.

En las propuestas de gobierno, hay que analizar varios aspectos, entre los que destacan: la congruencia de las mismas con los postulados del partido y los antecedentes del mismo candidato; pero también hay que tratar de ubicar la viabilidad de las mismas, pues en las campañas electorales es común que todas las fuerzas políticas hagan promesas imposibles de cumplir.

En esta ocasión es particularmente importante que cada votante visualice también los potenciales impactos que su voto tendrá en la vida nacional. Como ha sucedido en las últimas tres elecciones presidenciales, en la recta final la contienda se cierra entre dos de los candidatos y el resto se rezaga, normalmente con un tercero todavía con un porcentaje importante de los votos y el resto, en busca de obtener el 2% que requiere su fuerza política para mantener el registro.

Así que dado que en México no existe la segunda vuelta, como sí sucede en muchos otros países del mundo, es importante considerar más allá del voto ideológico o de identidad partidaria el llamado voto útil, es decir, identificar con claridad cuáles son estos dos candidatos y, en función, ubicar con cuál de los dos proyectos o candidatos me identifico más o, en el peor de los casos, es más tolerable o intolerable ejercer el voto. En el caso ideal el voto se decide porque hay una fuerza política o candidato que deseo que llegue al poder; en otros porque hay uno que no quiero que llegue al poder, como sucedió claramente en el año 2000; en otras, porque considero que entre las dos opciones una es menos intolerable que la otra, como ocurrió en el 2006.

Pero si la fuerza política o candidato que más les simpatiza o con la que más se identifica, no tiene posibilidad alguna de llegar al poder, entonces hay que pensar en el impacto directo que tendrá su voto en quién llega a Los Pinos y en quien se queda en el camino; pensar en la segunda mejor opción o segunda menos mala y ejercer el voto útil.

En los países donde hay segunda vuelta electoral, es decir, donde los dos candidatos que obtienen el mayor porcentaje de votos en la primera vuelta, pero no logran alcanzar la mayoría absoluta, vuelven a ser votados por los ciudadanos, se puede ejercer el voto ideológico, en la primera vuelta; y en la segunda, el útil. En el caso mexicano hay que ejercer el útil en la única vuelta que hay, si uno realmente quiere participar en la decisión de quien será el próximo presidente de México.

El voto ideológico se puede ejercer en el Congreso de la Unión, particularmente en la Cámara de Diputados, que es donde mayor impacto tiene, tanto porque es el órgano donde el porcentaje de votos que reciben las fuerzas políticas se representa más fielmente en la conformación final de la misma, como por el impacto que tiene en las finanzas de los partidos políticos, pues es con dichos porcentajes con los que se asigna el presupuesto público que durante los siguientes tres años se le entregará a cada fuerza política.

Este voto tendrá dos efectos: uno, asegurarle un mayor recurso económico al partido de sus preferencias para competir en los siguientes tres años (2012-2015); y fortalecer la división de poderes, tan preciada en las democracias, al contribuir a que el partido del presidente no obtenga la mayoría en el Congreso y así no regresemos a los años previos a 1997, cuando la única voluntad que contaba en este país era la del presidente.

En casi todos los países presidenciales existe este equilibrio de fuerzas y las ocasiones en que el partido del presidente tiene la mayoría en el Congreso, son las excepciones. Eso es precisamente lo que permite controlar el poder del presidente norteamericano o de la presidenta brasileña, donde sus partidos no tienen mayoría en el Congreso.

Así hoy domingo hay que salir a ejercer el voto libre, secreto, informado e inteligente y esto implica darle sentido al voto para incidir directamente en la elección del presidente de la República y evitar que el partido del presidente tenga la mayoría en el Congreso de la Unión, lo cual amenazaría el equilibrio de poderes que se construyó a partir de 1997, cuando por primera vez el partido en el poder perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

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