En el ocaso de su sexenio, teniendo a sus espaldas más de 60 mil muertos y una guerra contra el narcotráfico que primero fue para que las drogas "no llegaran a tus hijos" y después para "vivir más seguros" -objetivos que no se cumplieron- el presidente Felipe Calderón fue a la tribuna de las Naciones Unidas para solicitar que se revise la prohibición de las drogas y se eliminen los falsos perjuicios.
El discurso, que puede ser calificado de bueno, llega muy tarde e incluso suena contradictorio cuando por seis años el presidente se ha negado a revisar la estrategia contra el narcotráfico, y por el contrario siempre descalificó las voces que proponían la legalización. El presidente igual descalificó a Ernesto Zedillo y a Vicente Fox que a Mario Vargas Llosa o a Carlos Fuentes (q.p.d), quienes en diversos momentos cuestionaron la guerra de Calderón.
El pasado miércoles en la sede de las Naciones Unidas el presidente dijo "es hora de que también entre en acción para detener esta ola de muerte que está causando tanto sufrimiento a nuestros pueblos". ¿Acaso ese no ha sido el reclamo de Javier Sicilia, de organizaciones civiles e intelectuales? ¿Por qué cuando el país arde y los muertos están en todas partes el presidente dice que es necesario revisar la estrategia? Es muy cómodo hacer esto cuando su sexenio está por terminar después de 6 años de jugar a la guerra con costos muy altos para miles de ciudadanos que han perdido la vida o a un familiar cercano. Esos que en el discurso oficial son llamados daños colaterales.
En 2010 la asociación civil México Unido contra la Delincuencia pidió al presidente debatir sobre los beneficios de legalizar las drogas, a lo cual Calderón respondió que debatía, pero se negaba a la legalización, incluso la Presidencia emitió el siguiente boletín:
"El mandatario mexicano puntualizó que legalizar las drogas en México podría ocasionar que el país pague todas las consecuencias negativas de esta modicificación (sic) en la legislación, recibiendo muy pocas consecuencias positivas a cambio.
"El presidente Calderón fue enfático al señalar que varias generaciones de jóvenes estarían en riesgo debido al previsible incremento en el consumo de estas sustancias, que resultaría de su legalización".
Seis años después el consumo de drogas ha aumentado. De acuerdo con las estadísticas de la SSP, tomadas del Reporte Mundial de Drogas de la ONU; actualmente hay 3 millones de mexicanos que consumen marihuana; 1.7 millones, cocaína, y 367 mil son adictos a las anfetaminas.
El reporte destaca que en 1998 el 1 por ciento de los mexicanos consumía marihuana, y el 0.3, cocaína, pero una década después se elevó a 4.2 por ciento y 2.4 por ciento, respectivamente. Es decir la guerra de Calderón no inhibió el consumo, las drogas sí llegaron a nuestros hijos.
Calderón reclamó que Estados Unidos y otras naciones no enfrenten al narcotráfico como México. Sin duda un reclamo justo, pero esto ya se sabía desde hace mucho tiempo. En 6 años son muchas las voces que han advertido que México pone a los muertos, mientras en los países del primer mundo se consume drogas y sobre todo se vive en paz. ¿Acaso esto no lo sabía Calderón cuando decidió su estrategia?
Recientemente Sabina Berman publicó un artículo titulado La Guerra Boba, donde menciona las cifras que arroja el Reporte Mundial de la Droga de la ONU, donde se indica que 34 millones de europeos consumen cocaína o marihuana como parte de su estilo de vida, mientras que en Estados Unidos la cifra es de 44 millones de consumidores. Sin embargo, aquí no hay balazos ni encajuelados porque el problema es abordado desde una perspectiva de salud pública.
"Sencillamente la droga ha perdido su aura diabólica en los países altamente desarrollados donde se consume. De ahí que ningún político se anime a lanzar una ofensiva contra ella. Pero tampoco ningún político propone su legalización para desvanecer la incongruencia de que sea permitida, pero criminalizada. Nadie se lo aplaudiría. El asunto se vive en una hipocresía conveniente.
"Sólo en ese país lejano llamado México el narcotráfico provoca balazos, descuartizados, encajuelados, marchas de protesta, 95 mil muertos, billones de dólares de costo, un malestar social que se traduce en una hostilidad en la vida cotidiana", afirma en su texto Sabina Berman.
Durante seis años se manejó un discurso donde las drogas son el equivalente al diablo, quien las consume son delincuentes y por el contrario no se fortaleció la infraestructura médica para abordar el tema como un problema de salud pública como sucede en los países del primer mundo.
Es cierto, no se trata sólo de legalizar, es necesario crear un sistema de justicia confiable y eficaz que castigue el resto de los delitos. Hoy Calderón usa una tribuna internacional para decir: "es hora de que también entre en acción para detener esta ola de muerte que está causando tanto sufrimiento a nuestros pueblos". Sin duda un buen discurso que llegó demasiado tarde y que ojalá, como dijo Jorge Castañeda en una entrevista radiofónica, se le hubiera ocurrido antes de 60 mil muertos.
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