A menos de cuarenta días de las elecciones presidenciales se percibe un excesivo nerviosismo por parte de los dos partidos que han compartido el poder en México durante las últimas décadas, es decir el PRI y el PAN.
La razón es la misma que se presentó hace seis años cuando la izquierda mexicana, representada por el PRD y por su candidato Andrés Manuel López Obrador, estuvo muy cerca de llegar a Los Pinos.
Esta contienda presidencial que se ha caracterizado por la lucha de estrategias publicitarias y por la exagerada divulgación de encuestas de opinión, parecía estar definida desde hace varias semanas gracias a la cuidada imagen del priista Enrique Peña Nieto.
Una y otra vez los analistas políticos, comentaristas de radio y televisión y sin faltar algunos editorialistas, insisten en señalar que el mexiquense va en caballo de hacienda de acuerdo a los sondeos de opinión y que la verdadera pelea electoral se dará por el segundo lugar, entre los representantes del PAN y el PRD.
Poco se habla de ideas, propuestas y planes de trabajo para el siguiente sexenio. Peña Nieto divulgó el pasado lunes una serie de postulados sobre libertad de expresión y democracia, pero están muy lejos de constituir un plan estratégico estructurado.
Pareciera, pues, que nos hemos olvidado de cuestionar y exigir a cada candidato que presente puntualmente su plan de gobierno para el periodo 2012-2018 como antaño se acostumbraba.
Incluso en los buenos tiempos del PRI el candidato en turno definía con antelación las políticas y planes de acción para los rubros más importantes de la vida nacional. Ahora sólo escuchamos planteamientos vagos e imprecisos, sin faltar la acostumbrada dosis de demagogia de las campañas. Y lamentablemente los medios de comunicación, en especial los electrónicos, han sido complacientes y poco críticos.
De ahí surge, pues, esta rebelión inesperada por parte de las jóvenes universitarios de la Ciudad de México que inició con la visita de Enrique Peña Nieto a las instalaciones de la Universidad Iberoamericana, ubicada en el exclusivo sector de Santa Fe.
Es evidente que la oportunidad fue ideal para que los estudiantes se fueran en contra del aspirante presidencial priista y lo obligaran a huir por la puerta trasera para evitar algún zipizape.
De ahí en adelante los jóvenes de la Ibero recibieron el respaldo de otras universidades para formar el Movimiento #YoSoy132 y desde hace una semana tomaron la bandera de la indignación y el repudio hacia los medios electrónicos y a su manejo informativo del proceso electoral.
El ganador de esta escaramuza ha sido indudablemente Andrés Manuel López Obrador, quien ha logrado reunir las mayores simpatías entre los jóvenes a pesar de ser el candidato más viejo y el más criticado desde la contienda del 2006.
Nadie contaba con este nuevo e inusitado elemento de la carrera presidencial que podría modificar diametralmente los resultados del primero de julio, aunque las encuestas de las compañías más prestigiadas del país digan todo lo contrario.
Cabe recordar que para los comicios del 2012 se registraron unos 14 millones de nuevos electores que de salir a votar definirán el resultado, sin olvidar que en los últimos años hemos visto infinidad de cambios súbitos en comicios tanto en México como en el extranjero.
Las protestas juveniles, pues, obligaron al PRI y al PAN a tomar medidas casi de emergencia. El presidente Felipe Calderón prácticamente se sumó a la campaña de Josefina Vázquez Mota con sus reiteradas defensas de su gobierno y sus críticas contra Peña Nieto.
A su vez los priistas han resucitado a los sectores juveniles de su partido y recurrido a las mañas de antaño como atraer a sus filas al ex dirigente panista Manuel Espino, cuyas posturas ruines y contradictorias causan pena ajena.
En suma, la pelea por la Presidencia de México ha tomado nueva fuerza y vigor con la irrupción de los universitarios. Sin temor a equivocarnos veremos todo tipo de sorpresas de aquí al primero de julio.
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