Ante la insistencia del presidente Calderón a su sucesor, Enrique Peña Nieto, de continuar la guerra contra el narcotráfico, porque a su juicio "no hay otra alternativa", es claro su empeño de que prevalezca el sistema policiaco maquinado por él, de quien esperaría protección.
Calderón dijo ante el Consejo de Relaciones Exteriores, el pasado 24 de septiembre en Washington, que la otra opción de no continuar su guerra "sería hacerse para atrás, darle la mano libre (a los delincuentes) y decirles: 'ya no voy a luchar más. Aquí, por favor, adelante. ¿Les gusta este gobierno?, tómenlo. ¿Les gusta esta ciudad?, está muy bonita, me gusta mucho, pero tómenla, no voy a luchar".
Conceptos tan temerarios y deshilados no serían dichos por un jefe de gobierno, ni preocupado por la entrega del poder, y menos frente a personalidades de tan elevado rango. Revelan el empeño de Calderón por que el estado policiaco de su invención, a partir de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, prevalezca con cuanto ha trascendido de la misma, de agentes que se matan entre sí o balean a estadounidenses "por equivocación".
Sin respeto a su investidura, Calderón ha hecho recomendaciones como la del pasado 30 de septiembre, de que el próximo gobierno mantenga la lucha contra la inseguridad "con un nuevo manejo, transparente y eficaz de recursos, a pesar de que en el pasado inmediato no siempre fue así". ¿El pasado inmediato de Vicente Fox? ¿O de él mismo? Porque el gobierno calderonista ha dispuesto de esos recursos a placer.
El asunto de los dineros preocupa sobremanera a Calderón. Demanda de Peña Nieto mantener "por lo menos los mismos montos en el rubro". Lo expresó en el homenaje a Morelos en Morelia. Entonces se puso dramático y dijo: "He puesto mi alma, corazón y vida pensando en Michoacán y en México, y en el legado del michoacano más ilustre con quien me honré en compartir haber nacido en estas tierras".
El secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, también formula recomendaciones como las del 11 de septiembre anterior. Fueron estas: "Ajustar el combate a la delincuencia, combatir el rezago institucional y recomponer el tejido social".
Poiré -sus allegados lo pronuncian "pua-ré"- sólo es un secretario, empleado de Calderón, sin ninguna autoridad para ufanarse de qué deba hacer el próximo presidente. Por menos que eso envió Lázaro Cárdenas a Plutarco Elías Calles fuera de México.
Enrique Peña Nieto ha sido prudente en el trato con Calderón, pero de eso a aceptar imposiciones y modos de gobernar está muy lejos de suceder. Peña ya gobernó al estado más poblado del país y sabe cómo ejercer la autoridad.
Es entendible el nerviosismo de Calderón. Intentó dar alguna cátedra -nadie supo de qué- en alguna universidad de Texas y no fue aceptado. Por el contrario, desató una condena en su contra por una mayoría de mexicanos radicados en ese estado, culpándolo de los 70 mil muertos causados por el narcotráfico y de la emigración de infinidad de familias, aterradas por la violencia.
También quiso Calderón la dirigencia de Acción Nacional, "para refundarlo desde sus raíces", pero fue rechazado por sus congéneres y será hasta abril próximo cuando sean reformados los estatutos de ese partido y él haya perdido toda autoridad.
MIGUEL OSORIO CHONG, de los más cercanos a Peña Nieto, adelantó que el nuevo gobierno proyecta una fuerza especializada en plagio y extorsión. Con esos anuncios se pone a la delincuencia en alerta. Mal le fue a la república cuando Calderón declaró su frustrada guerra. En Michoacán, los soldados fueron recibidos a fuego graneado y cayeron en celadas mortales. Los festejos prematuros resultan trágicos.
Comentarios:
www.felixfuentes.com.mx
