La Laguna inicia el nuevo ciclo sexenal como la región más violenta de México. En los primeros nueve días de diciembre se han registrado 34 homicidios en la zona conurbada de la comarca. Prácticamente cuatro al día en promedio. De continuar la ola de violencia, esta misma semana se rebasará la cifra de mil asesinatos en el año, por encima de los 995 reportados en todo el año pasado. La espiral de muerte parece no tener freno.
Más allá de las alarmantes cifras, resulta preocupante que el aumento de la inseguridad y la violencia continúe a pesar de las acciones realizadas por las fuerzas del orden de los tres niveles de gobierno. Desde hace cinco años, cuando la delincuencia comenzó a apoderarse del espacio público, las corporaciones han planteado y ejecutado operativos de contención. El más reciente de ellos es el que se denomina “Laguna Segura”, que inició en octubre de 2011 y, como los anteriores, no ha tenido los resultados esperados por una ciudadanía que ha tenido que aprender a vivir con el miedo y la zozobra.
En una reunión llevada a cabo el viernes pasado, los mandos de los distintos cuerpos de seguridad decidieron mantener el operativo con algunos ajustes. De entre ellos destaca el de disminuir en la medida de lo posible el impacto que tienen las labores de vigilancia y los dispositivos en las calles en la ciudadanía. Además, platearon el poner el respeto de los derechos humanos como eje de las acciones, tanto para la población civil como para los detenidos.
Y es que, hay que decirlo, la ausencia de protocolos adecuados y precisos de actuación policiaca ha puesto en riesgo también a los ciudadanos, algunos de los cuales han tenido la mala fortuna de quedar atrapados en el fuego cruzado y perecer por las balas. El caso del pequeño Lalito, muerto en Gómez Palacio en noviembre, aún resuena lastimosamente junto al de decenas de víctimas cuyos deudos no han encontrado justicia.
Pero la falta de protocolos también se evidencia en los numerosos ataques que han sufrido los agentes que integran los cuerpos de seguridad. De forma asombrosa vemos cómo se repite la historia una y otra vez: sujetos armados a bordo de un vehículo compacto abren fuego contra policías, causando bajas y rara vez siendo detenidos. Si los cuerpos policiacos han sido incapaces hasta ahora de establecer medidas de protección para sus propios agentes ¿qué puede esperar la ciudadanía de ellos?
Frente a lo anterior, es necesario que, sí, el operativo Laguna Segura continúe, pero que sea objeto de un profunda revisión, al igual que las corporaciones que en él participan, de manera que puedan mejorarse tanto la capacidad de reacción, como las labores de prevención. Para ello se necesita capacidad, coordinación y confianza entre los participantes. De no hacer los ajustes necesarios en la estrategia, no debería extrañarnos que 2013 sea un año más violento que el que agoniza.