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Intimidad: espacio para dos

SEXUALIDAD

Intimidad: espacio para dos

Intimidad: espacio para dos

Psicólogo Sexólogo Silvestre Faya

La vida en pareja pertenece al territorio de lo íntimo, por ello sorprende la facilidad que algunos muestran para compartirle a sus amistades la manera de gozar con su compañero sexual, piden consejos o incluso hacen chistes, sin contar para ello con el conocimiento y aprobación de su amante, y poniendo así en riesgo la relación.

Alardear frente a los amigos acerca de la relación sexual que la noche anterior se sostuvo con la pareja puede parecer muy atrevido, ingenioso o divertido. Quienes escuchan el relato imaginan inmediatamente la escena y las sonrisas de complicidad enmarcan sus rostros. El oyente no necesariamente es un grupo, puede ser un solo amigo cercano, un pariente, un compadre o comadre; en fin, alguien al que se vea con familiaridad y hacia quien se sienta plena confianza. Así, se hace la confidencia y se establece un vínculo de complicidad con esas charlas, a tal punto que suelen buscarse los momentos para hablar de la vida íntima. Las pláticas pueden abordar desde la frecuencia del coito, el tamaño del pene o la duración de la erección, la firmeza de los senos, hasta la eyaculación, las posiciones más satisfactorias, la reacción ante el orgasmo y otros detalles privados que usualmente sólo se conocen entre los dos amantes.

Desde luego, la tendencia a relatar la actividad sexual tiene sus consecuencias. Es un quebrantamiento a la confianza del otro, ese que desconoce el proceso que está pasando.

Quien alardea de la intimidad con su pareja (o incluso se queja o burla de ella) demuestra una falta de cuidado e interés por lo que piense o sienta su compañero. Estamos frente a una conducta de exhibición que terminará por poner al matrimonio en una situación de vulnerabilidad, pues el ‘expediente amatorio’ que pertenece sólo a dos ha quedado al descubierto.

PONIENDO EN JUEGO LA RELACIÓN

¿Qué motiva a una persona a conversar de su vida sexual con alguien externo a su relación? Algunos sienten tanta cercanía con otras personas que terminan por platicarles su actividad erótica en busca de algún consejo o aprobación.

Otros pueden encubrir un rencor hacia su consorte por situaciones no aclaradas y se desquitan a través de exponerlos en el escenario lo sexual.

Asimismo hay quienes se excitan al relatar su intimidad; gozan durante el encuentro y también al narrarlo; consideran que tienen derecho a este doble goce, a tal punto que si no describen lo que hacen con su ‘media naranja’ sienten que el coito no les dio una gratificación completa.

Pero quien disfruta hablando sobre sus experiencias amatorias sin que su cónyuge lo sepa (sea cual sea el motivo), da pie a circunstancias peligrosas. La primera de ellas es que el compañero se entere de que divulga sus movimientos en la cama y se sienta traicionado, con justa razón. Recordemos que la vida sexual sólo concierne a dos, y que en el lecho los amantes se sienten con libertad de actuar sin restricciones. Su desempeño y preferencias sólo le competen a su cómplice sexual. Comentar ganancias y pérdidas bajo las sábanas, no debe ser un asunto público. El daño moral de quien es exhibido en su intimidad, una vez que descubre lo que ocurre, generalmente provoca el quebrantamiento del vínculo de pareja.

El otro gran peligro de las confidencias

Otro riesgo, más común de lo que se cree, es que cuando los confidentes son de géneros distintos, terminen por sostener una relación sexual entre ellos.

Martín y Leonor eran tan amigos que les resultó muy natural confesarse los pormenores de la actividad erótica con sus respectivos cónyuges. Al principio esas pláticas los hacían sentirse apoyados y escuchados, y les brindaban paz interior. Pronto comenzaron a buscar el menor de los pretextos para hablar del tema y poco a poco las mariposas que les revoloteaban en el estómago al charlar de sexo se movieron a otras zonas del cuerpo. Leonor experimentaba lubricación vaginal cuando escuchaba la voz de Martín, mientras que él se descubrió teniendo erecciones. Conforme las llamadas fueron haciéndose más explícitas, el teléfono ya no les resultó suficiente y empezaron a citarse para platicar. No pasó mucho tiempo para que relatar las hazañas y fallas de sus compañeros los condujera a iniciar una relación aparte. Sus esposos se dieron cuenta de lo que ocurría y pusieron fin a sus matrimonios, así todo terminó por lo que ellos veían como ‘conversaciones inocentes’.

¿ES NECESARIO HABLAR CON OTROS?

Quien incurre en esta práctica evidencia una inmadurez sexual y psicológica. Hablar sobre la intimidad erótica que se tiene en casa, compartir lo privado con un tercero, busca provocar en éste sorpresa, complicidad o admiración. Pero en el fondo todas esas confidencias encubren a una persona débil e inmadura que sólo se siente bien si logra ser vista como única o diferente, tal y como ocurre en la adolescencia. Tal conducta de ninguna manera favorece la unidad de la pareja. Frecuentemente estas personas al ser descubiertas por su amante son rechazadas e incluso abandonadas, pues quien se sabe expuesto suele pasar de la sorpresa o la incredulidad al enojo.

¿AMBOS LO HACEN?

Tanto hombres como mujeres son susceptibles a incurrir en este tipo de desliz de información, aunque cada uno de manera distinta.

La mujer comúnmente platica desde su niñez con sus amigas de todo lo que le acontece. El varón culturalmente es presionado a ser reservado. Al crecer, la mujer busca a la amiga como a una psicóloga y confidente. Su naturaleza femenina la apoya a compartir detalles íntimos, por ello es más común que se dialogue de cuestiones sexuales entre mujeres. Mientras que el hombre tiende a conducirse como un pescador mentiroso: alardea de lo que no ocurre realmente, buscando causar admiración. Y si un aspecto real vale ser mencionado, lo exagera.

Por otro lado, cabe mencionar que quien escucha esta clase de revelaciones, sea varón o fémina, asume una actitud semejante al voyeurismo, a colocarse en el rol del espía que atisba detrás de las ventanas entreabiertas de una recámara.

PAREJA = DOS

Exponer la intimidad sexual a un confidente siempre implicará el riesgo de la difusión de lo expresado. Es decir, que otros se enteren y lo que tan celosamente se vive en pareja caiga en el dominio público, donde además cualquiera podrá quitarle o ponerle a su antojo.

Romper la confianza del amante repartiendo información que sólo pertenece a dos es un acto traicionero que tarde o temprano tendrá sus consecuencias, empezando por la pérdida de la complicidad e incluso llegando a la ruptura.

La certeza de que lo que ocurre en la cama de los esposos debe quedar ahí, es la salvaguarda de la relación. Abrir la puerta de la recámara y dejar que los demás miren hará huir a quien no desea ni ha pedido ser exhibido.

www.sexologosilvestrefaya.com

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