Jorge Luis Borges
Un día de julio de 1976 llegué a las oficinas editoriales de la Encyclopaedia Britannica en la ciudad de México con mi casco de motociclista bajo el brazo y un anuncio de periódico en la mano en el que se solicitaba un redactor/traductor. Tuve que insistir para que me dejaran presentar el examen, ya que el cargo requería dos años de experiencia y la secretaria pensaba que, a los 22, yo no podía tenerlos. Tras ese examen empecé una carrera como enciclopedista que duraría 19 años.
La tristeza que sentí este 14 de marzo cuando leí la noticia de que la empresa Encyclopaedia Britannica, Inc., había decidido suspender la impresión de la obra en papel iba más allá de la nostalgia ante la desaparición de una obra con 244 años de historia. La Britannica, publicada por primera vez en Edimburgo en 1768, tuvo a lo largo de la historia a colaboradores de la talla de Sigmund Freud, Leon Trotsky, George Bernard Shaw y Albert Einstein. La undécima edición, publicada entre 1910 y 1911, era la obra de consulta de cabecera de Jorge Luis Borges, quien la leía, como yo haría posteriormente con la 15ª edición, en orden alfabético como un libro cualquiera.
La empresa llegó a México en los años cincuenta, primero como una distribuidora de las obras en inglés y después con la publicación de la Enciclopedia Barsa, una traducción de la juvenil Britannica Junior. La firma empezó a producir un Libro del año en español de excelente nivel. En 1989 publicó la Enciclopedia hispánica que yo dirigí. Ya en el siglo XXI la compañía latinoamericana, que incluía una pujante organización en Brasil, fue adquirida por Editorial Planeta de España.
Por el departamento editorial de la empresa en México desfilaron una serie de enciclopedistas que realizaron un trabajo de calidad que no se limitaba a la simple traducción de textos. El ya fallecido Arrigo Coen, nacido en Italia, autor y colaborador de distintos medios de comunicación, y Ernesto de la Peña, escritor y comentarista, director del Centro de Estudios de Ciencias y Humanidades de la Fundación Telmex, y quizá el hombre más culto del México actual, fueron los más famosos. Pero por las filas de la Britannica también desfilaron personajes menos conocidos, como el trasterrado español Juan Luis Hernández y el refugiado cubano Perfecto Gómez Estradé, de un enorme conocimiento y calidad personal. A mí me tocó ser director editorial de Encyclopaedia Britannica en Latinoamérica y España desde 1978 hasta 1995. Fueron años maravillosos.
En los setenta se imprimían cerca de 300 mil colecciones de la Encyclopedia Britannica en inglés al año. En los últimos tiempos, debido a la disponibilidad de fuentes de información gratuitas en Internet y en particular a la Wikipedia, la enciclopedia gratuita, las ventas se desplomaron. Ya sólo se imprimían unas 10 mil colecciones anuales. Esta semana la firma tenía cuatro mil en sus almacenes.
La desaparición de la Britannica impresa era inevitable. La obra no va a desaparecer de Internet, donde está disponible con una suscripción de 70 dólares anuales. Muchas bibliotecas, escuelas y universidades prefieren tener una obra de consulta en línea con un editor responsable que una, como Wikipedia, que puede ser modificada por cualquiera. Ahí hay un nicho de mercado que posiblemente continuará.
De cualquier manera, yo conservo mis Britannicas en papel (una 14ª y una 15ª) y estoy en busca de una undécima. Estas obras son verdaderos tesoros que espero me acompañen hasta el fin de mi vida.
PRIVILEGIOS
Los normalistas de Michoacán y Guerrero secuestran autobuses para exigir plazas vitalicias a cargo del erario. Los maestros de Oaxaca desquician la ciudad de México para exigir que no se mida su desempeño. Hemos llegado a una situación absurda en que los grupos de privilegio exigen privilegios adicionales violando los derechos de tercero ante la cobardía o la indiferencia de los gobernantes.
Twitter: @sergiosarmient4
