Frente a la necesidad de crear más empleos, no es sólo la recesión en los mercados industrializados el factor que limita las perspectivas de crecimiento de nuestras exportaciones que son la vía directa para aumentar el nivel de ocupación.
Otro elemento es el Incremento del ritmo de capacitación de nuestros trabajadores, mismo que se topa con las ineficiencias del sistema escolar baldado, por un lado, por las señales contradictorias en el magisterio sindicalizado y, por el otro, por la avidez comercial de las instituciones privadas de enseñanza.
La creación de empleo está también enlazada a políticas que aseguren condiciones atractivas para las inversiones nacionales y extranjeras en actividades productivas. La reforma laboral, todavía en ciernes, debe tener la función de establecer un indispensable ambiente de armonía obrero-patronal.
Además de atender aspectos estructurales internos que promueven la creación de empleos, hay que impulsar vigorosa y decididamente el que los productos mexicanos incorporen componentes e insumos en lugar de seguir utilizando los provenientes del extranjero y que en realidad debieran fabricarse en México por trabajadores mexicanos. Para ello, hay que establecer una clara preferencia para los artículos con integración nacional.
Esa preferencia es indispensable para orientar el consumo hacia productos mexicanos. La imposición de un arancel como lo hacen otros países es el método más directo y eficaz y así señalar que la máxima prioridad del gobierno está en sus obreros que tienen que contar con empleos remunerados para formar el poder de compra que sostenga la economía nacional.
La resistencia que hasta ahora las autoridades mexicanas han opuesto a hacer del comercio exterior un defensor de empleo, ha bloqueado la creación de las cadenas de producción de los insumos que requiere la industria manufacturera nacional. El país está atenido a las actividades de ensamble. Las impresionantes cifras de exportación que registramos hoy en día, sólo aluden a los valores de facturación de lo que exportamos, pero no a su intrínseco valor nacional.
Para aumentar este valor intrínseco de lo que la industria mexicana produce hay que multiplicar el número de fábricas dedicadas a hacer los componentes que requieren las empresas que hacen el producto terminado. Estas empresas son generalmente de dimensión pequeña y mediana, las Pymes, y en ellas se encuentra la mayor parte de los puestos de trabajo del país.
Para que las Pymes crezcan y ofrezcan a la industria terminal los insumos y componentes que ésta requiere se necesita reconstituir la banca de desarrollo que las apoye. Este sector bancario ya existía hace ya algunos años y tenía experiencia de operar en las diversas modalidades como por ejemplo, el Banco de Fomento Pesquero y el de Fomento Cooperativo. Ambos fueron cerrados en una incorrecta decisión pretextando haber caído en malos manejos. Se prefirió desaparecerlos en lugar de corregir su operación y con ello atender las necesidades para las cuales fueron creadas.
Por su parte, el Banco Nacional de Comercio Exterior, pieza clave en la estrategia económica creadora de empleos pudo subsistir a los embates que no hace mucho buscaron su desaparición teniendo para ello que adosarse a Nacional Financiera. Es indispensable fortalecer sus operaciones de la misma forma como funcionan bancos análogos en Estados Unidos, Francia, Brasil India, y otros más, que constituyen ejes promocionales de la industria y agricultura de sus respectivos países.
Los funcionarios gubernamentales tan entregados a una visión financierista de la promoción económica muy alejada de las realidades y necesidades de la industria y del sector laboral, son ahora los llamados a reencauzar sus perspectivas de manera de dar la debida importancia a la creación de empleo y no priorizar los dictados de sus utilidades.
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