Miraba una foto en la página principal de la edición del sábado anterior correspondiente a la transición de la banda que lleva el presidente Felipe Calderón atravesada en su pecho, evento que ocurrió a la medianoche del pasado viernes último día del mes anterior, en cumplimiento a lo dispuesto por el artículo 83 de la Constitución política Federal que ordena que el Presidente entrará a ejercer su cargo el primero de diciembre. Pues bien, lo difundieron los medios electrónicos en el momento solemne en que el saliente entregaba al entrante tanto la Bandera, un símbolo patrio, como su similar que es un emblema del Poder Ejecutivo Federal llevando ambas como destino el de dejar constancia que quien las trae consigo es Presidente de la República. En el reciente pasado se decía que entre la medianoche del día último del mes y las once horas de la mañana siguiente, carecía el país de presidente con las graves consecuencias de que en su caso no había quien, por ejemplo, pudiera ordenar válidamente en ese lapso la dirección de tropas del ejército con motivo de una invasión o de un terremoto que pusiera en grave peligro a la población.
Para subsanar ese lapsus legislativo en esta ocasión se dispuso que la ceremonia de entrega del poder se hiciera como manda la Ley Suprema concurriendo, saliente y entrante, a la solemnidad a realizar lo necesario para no dejar el requisito en blanco como antaño se hacía. O sea ni más ni menos que hace seis años, cuando Vicente Fox le hizo entrega de su administración al que ahora transmitió el cargo al nuevo Presidente. En la foto en comento, entrante y saliente se disponen a cumplir con el traspaso simbólico del poder, saliendo la Bandera de las manos de uno para recibirlas el otro, sin mayores preámbulos. Leía que anteriormente en otra renovación del ejecutivo el entrante apuraba al saliente para que dándose prisa le entregara el mando para afrontar problemas que de otra manera podrían agravarse. La ley fundamental es muy clara, pues a pesar de las urgencias, ciertas o inventadas, de una parte el nuevo presidente a fortiori nolis entra el primer día de diciembre, no antes ni después.
La banda presidencial, dispone el artículo 34 de la ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno nacionales, constituye una forma de presentación de la Bandera Nacional y es emblema del Poder Ejecutivo Federal, por lo que sólo podrá ser portada por el Presidente de la República y tendrá los colores de la Bandera Nacional en franjas de igual anchura colocadas longitudinalmente, correspondiendo el color rojo a la franja superior. Llevará el Escudo Nacional sobre los tres colores, bordado en hilo dorado, a la altura del pecho del portador, y los extremos de la banda rematarán con un fleco dorado. Hasta aquí el texto de la disposición. La banda presidencial mexicana se usa para diferentes motivos, como la ceremonia del Grito de Dolores y el Desfile Militar del 16 de septiembre, usándose también para la ceremonia de entrega de cartas crerdenciales de los embajadores, el Informe de gobierno, así también como la celebración o conmemoración del natalicio o muerte de héroes patrios.
La banda presiidencial es usada por el presidente de México. Se utilizan los mismos colores de la Bandera con el Escudo nacional mexicano atravesando los tres colores. Es la banda que el presidente saliente entrega al presidente entrante. Es una imagen que encierra un significado que le da al que la trae consigo un poder casi mágico. En el pasado significaba un poder absoluto. Era cuando el presidente preguntaba a cualquier ciudadano: "qué horas son". Y él contestaba: "las que usted diga, señor". Era tal el vasallaje que ejercía, que llegaba a extremos ridículos. Eso al parecer ha quedado atrás. Y en la mayoría de los casos el presidente no tenía que demostrar quien tenía el mando, pues lo mismo la obediencia era ciega. Era una república convertida en un reinado, por obra y gracia de los propios gobernados. Al paso del tiempo las cosas han vuelto a su lugar. La sobriedad republicana ha venido a ocupar su lugar. Es pecata minuta, pero horas después de que el saliente entregó la banda aún la traía a la mañana siguiente, cuando tan sólo era un ciudadano cualquiera. En fin, pecata minuta.