Una consecuencia muy lamentable del crecimiento económico mediocre y de la pérdida consistente del valor del peso frente al dólar es el escaso progreso que registran los ingresos de los trabajadores mexicanos, en contraste con lo sucedido en las principales economías asiáticas.
En 1975, de acuerdo al Bureau of Labor Statistics (BLS) de Estados Unidos (EU), el costo de la mano de obra manufacturera en México equivalía a 1.80 dólares por hora (dph) mientras que en Japón era de 2.95 dph y en Corea del Sur de 0.33 dph.
En esa época, la preocupación de nuestros productores de ropa y calzado era la "competencia desleal" de Corea del Sur por lo bajo de sus salarios, que eran apenas una sexta parte de los vigentes en México.
El tiempo pasó y para 2009, último año publicado por el BLS, los salarios fueron de 3.81 dph en México, 25.36 dph en Japón y 12.39 dph en Corea del Sur. El obrero mexicano recibe ahora un poco más del doble por su trabajo en relación con lo que recibía hace 34 años, en tanto que el japonés recibe 8 y media veces más y el coreano 37 veces y media.
Es decir, en ese lapso se ensanchó, de manera impresionante y en nuestra contra, la brecha entre los salarios en México y esos países asiáticos. Hoy ya no se escuchan las quejas respecto a las importaciones de ropa y calzado procedentes de Corea del Sur por sus salarios bajos, puesto que lo que vende ahora ese país son automóviles y productos de alta tecnología.
La historia de nuestro rezago monumental tiende a repetirse, ahora con respecto a China, la otra gran economía de Asia. Hoy nuestros productores de ropa y calzado se quejan de la competencia "desleal" de China, por sus salarios bajos.
Sin embargo, los costos de la mano de obra en China han crecido sostenidamente y a un ritmo consistente con su impresionante tasa de crecimiento económico. Aunque el nivel actual de esos costos es reducido todavía, su ritmo de alza anticipa que China, en algunos años, dejará de ser competencia para otros países, incluido el nuestro, por lo barato de su mano de obra.
El BLS no presenta para China datos comparables con otros países, por varias limitaciones en las fuentes originales, pero incluye datos en una serie histórica que comienza en 2002 y llega, por el momento, hasta 2008. De acuerdo a esta información, el costo laboral en ese país en 2002 era de 0.57 dph y en 2008 se había más que duplicado, llegando a 1.36 dph.
Para ubicar en perspectiva el desempeño chino en materia de costos laborales, Corea del Sur en 1977 tenía un costo por hora igual al de China en 2002 y nueve años después, en 1986, había llegado al nivel de 1.34 dph, algo que China consiguió en sólo seis años.
Corea del Sur alcanzó en 1995 un costo laboral de 7.54 dph, por lo que si se mantiene la tendencia anterior, China podría lograr esa cifra tan pronto como 2014, como resultado de la evolución registrada por su economía después de 2008, su alta productividad y la apreciación actual y esperada de su moneda frente al dólar.
De hecho, la tendencia podría acelerarse ante una mayor demanda de trabajadores chinos y una oferta limitada por escasez de trabajadores urbanos, acentuada por la disminución en la migración del campo a las ciudades, una menor tasa de fertilidad y el incremento adicional en los costos de la mano de obra con mejores estándares educativos.
El mejoramiento de las remuneraciones laborales en China tendrá repercusiones importantes internas y en el resto del mundo, dada la relevancia que la economía de ese país asiático tiene ya a nivel global.
Sobre el particular, un comentario publicado en el Financial Times destaca que después de exportar calzado y ropa en la década de 1990, principalmente, ahora la mayor parte de las exportaciones chinas se concentran en computadoras y sus partes y equipo de telecomunicaciones.
Esa historia ya la conocemos. En algunos años veremos que los fabricantes mexicanos de ropa y calzado dejarán de preocuparse por las importaciones chinas y orientarán sus quejas de competencia "desleal" sobre el siguiente país asiático o africano con salarios bajos.
En resumen, los beneficios del crecimiento económico acelerado de China están reflejándose en una mejor remuneración de sus trabajadores. Esto provocará un reacomodo de la producción global y México podría recibir, de nuevo, la instalación de plantas atraídas por los salarios bajos que prevalecen aún en nuestro país.
Esa tendencia no es muy alentadora. Menos cuando sabemos que nuestros salarios seguirán perdiendo terreno frente a China, dada la previsible depreciación del peso y la resistencia de nuestras autoridades a las reformas estructurales, cuya ausencia condena a México a un crecimiento económico raquítico, sin mejoras palpables en productividad y en ingresos.