Siglo Nuevo

La canción de Julián Herbert

LITERATURA

La canción de Julián Herbert

La canción de Julián Herbert

Siglo Nuevo

Con cuatro poemarios, un libro de cuentos, otro de ensayo, dos novelas y publicaciones en numerosas revistas, Julián Herbert ha demostrado poseer un estilo propio, atractivo. Qué mejor invitación para conocer su obra que descubrir lo que hay tras su proceso creativo en palabras del propio autor.

Como escritor, Julián Herbert ha conseguido lo que varios jóvenes autores sólo creen (e incluso presumen) tener: el reconocimiento de su generación, la validación de plumas consagradas, el aplauso de la crítica y la preferencia de lectores de todas las edades. La mercadotecnia editorial a menudo nos hace creer que esto es sencillo, pero lo cierto es que en el mundillo literario, las cuatro décadas de Julián son pocas para ostentar la solidez conquistada por él.

No por nada es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, posee tres premios nacionales de literatura, además del Jaén de Novela 2011 (otorgado en España) y el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska por Canción de tumba, libro de corte autobiográfico pero emparentado con la ficción, en donde reconstruye su memoria a partir de la relación con su madre, quien durante años ejerció la prostitución, y ahora agoniza en un hospital.

Se ha dicho que Canción de tumba es hasta ahora tu mejor obra, ¿qué te dice esa percepción?

Decir si es la mejor o no, está lejos de mis posibilidades. Sí puedo afirmar que la afronté pensando en llegar lo más lejos posible como escritor, pero esa es siempre mi aspiración: tratar de hacer literatura. No puedo quitarle su tiempo a la gente.

¿En qué punto de tu vida dijiste “quiero ser escritor”?

Mamá decía que en algún momento se lo dije cuando era niño, yo no lo recuerdo, pero empecé a escribir desde chavito. La primera vez que lo confronté tirándole a lo profesional fue a los 18 años, pensando en que debía decírselo a mi familia y cosas así. Empecé a publicar a los 17 en Panorama, una revista de Saltillo.

Algunos te identifican más como poeta, otros como narrador. ¿En qué género te sientes más cómodo?

De la adolescencia para acá, me había sentido más cómodo con la poesía; últimamente me he mudado cada vez más hacia la prosa. No me clavo tanto con los géneros, para mí siempre hay algo medio impuro en casi todo lo que escribo. Me interesa hacer crónica pero con rasgos líricos en ella, hacer narrativa pero que lleve un proceso de reflexión, un tono casi ensayístico. Es preciso afrontar los materiales lingüísticos y humanos a los que te acercas de la manera más honesta posible.

¿Crees en la inspiración o en la disciplina?

Creo en la disciplina, pero también en una cierta clase de contemplación. Cada libro o proyecto te da su propio impulso, una parte importante es quedarte callado y dejar que las cosas hablen un poco adentro de tu cabeza. No veo eso como inspiración, es más bien saber observar y escuchar antes de ponerse a escribir.

¿Tienes un sistema al escribir?

Por lo general trabajo en las mañanas. Tengo un estudio enfrente de mi casa, voy y me encierro ahí, trato de no tener contacto con el exterior a menos que salga a caminar un poquito para darle vueltas a una idea. Todo cuanto escribo lo leo en voz alta, vuelvo a leer el párrafo o la página, a veces todo el texto, tratando de que caigan los acentos, pues me interesa mucho que haya una música.

Antes tenía un hábito nefasto: después de una o dos cuartillas me metía a bañar para hacer un borrón, afortunadamente llevo dos años en el estudio y ahí no tengo agua caliente, eso me ha quitado un poco esa especie de neurosis. Si digo más no acabaría, estoy lleno de tics.

¿Relees tus obras?

Sí. Tengo amigos que dicen “publico y se fue”, yo no podría hacer eso. Parte de mi ejercicio es esa relectura. A veces he desechado textos y luego me doy cuenta de que los había abordado de mejor manera antes, uno no necesariamente va escribiendo siempre mejor. En ocasiones me da cruda moral, digo “no es posible que se me haya ido una anfibología, ni siquiera he aprendido a hacer prosa”, me azoto un poco. Y luego claro, también me pongo en plan narcisista y releo algo para decir “qué chingón soy”. Pero releerme es parte de mi identidad, me identifico más con la figura del lector, no tanto con la del escritor.

¿Qué satisfacciones te ha dado ser un ‘hombre de letras’?

Siempre hay como un doble fondo en dedicarse a la literatura, para mí ese esa es la gran satisfacción, levantarte con el sentimiento de estar leyendo un libro poca madre o sentirte contento con lo que estás escribiendo, o salir de viaje a un festival. Soy un huérfano de 41 años y hace poco alguien me preguntaba “¿cómo afrentas desde las letras el rollo de la orfandad?”, y yo le decía una de las ventajas de dedicarse a la literatura es que nunca serás completamente huérfano, hay algo en el lenguaje como arte que siempre te va a arropar por las noches.

¿Cuáles son las influencias en tu creación?

Mi discurso, mis aspiraciones, mi sentimiento del lenguaje, están más cerca de la novelística gringa, de Hemingway y Faulkner por ejemplo, que de cualquier otra tradición. Una segunda capa es cierta literatura mexicana y latinoamericana, por supuesto Cortázar; de joven leí mucho a Fuentes pero me quedo con sus primeros libros, lo que hizo en los últimos 20 años se me cae de las manos. Una tercera capa es de gente cercana: José de Jesús Sampedro, Paco Amparán, Jesús de León.

Sin embargo mis grandes influencias en realidad son Quentin Tarantino, la música de los Smiths, Andy Warhol, Duchamp. Creo que todas las artes son contaminantes y viendo la sintaxis puedes trasladar a la literatura cualquier recurso de la pintura y viceversa, el arte conceptual es el gran ejemplo de eso.

Vives de la literatura a una edad corta para los estándares del país ¿a qué atribuyes ese éxito?

Hace cuatro años trabajaba en una oficina burocrática, tenía un buen sueldo y me dieron la beca la del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Podía tener ambas cosas pero no me pareció correcto y renuncié al salario a cambio del tiempo. Fue una decisión crucial porque con la beca no me alcanzaba para vivir y a partir de ahí he tenido que buscarle, pero hay cosas así, que te definen. Este ha sido para mí un año movido, todos los días sale algo, un texto, una cuarta de forros, un artículo.

¿Qué viene ahora en tu carrera?

Estoy empezando a armar los hilos de una novela nueva pero me la tomo con calma, podría acabarla en febrero o dentro de 10 años. Tengo casi terminado un libro de poemas, y he estado haciendo muchos textos sueltos.

Lo que acontece actualmente en México ¿repercute en tu escritura?

Claro, tienes que incorporarlo. No creo en el discurso panfletario, militante; entorpece la literatura. Pero sí pienso que a ésta se le adhieren cosas vinculadas a lo que sabes y experimentas cotidianamente, y debes permanecer abierto a esas adherencias, que a veces pueden ser un soneto o la violencia del entorno. A mí no me interesan estas cosas como tema central pero sí como un ruido de fondo, me importa ver hasta qué punto lo que se va adhiriendo a tu sentido del lenguaje tiene validez estética.

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

La canción de Julián Herbert

Clasificados

ID: 814959

elsiglo.mx