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La codicia real

GILBERTO SERNA

Lo recuerdo como si fuera ahora. Una noticia cimbró a la mojigata sociedad de aquellos años cuando la aeronave en la que viajaba la eximia, como una pasajera más, sufrió un atentado. Luego saldría a la luz de los hechos el responsable. Se había tratado de una añagaza del barítono, que había sacado un seguro de vida a su futura víctima, su esposa, la eximia cantante de ópera Esperanza Iris con el fin de cobrarlo a su favor una vez que el avión cayera a tierra a consecuencia de la explosión que generaría la bomba que sembró en la aeronave. Eso sucedió cuando la diva Esperanza Iris, casada con Paco Sierra, por un pelito se salvó de perder la vida. Eran esos años venturosos de los aviones de hélice cuya seguridad a bordo era por decirlo así muy precaria lo que daría lugar a que se pensara que fue un lamentable accidente, con lo que el nihilista podría hacer, al enterarse por los medios de comunicación del éxito de su malhadada intención, la pantomima de representar una falsa congoja por el suceso luctuoso. Le bastaba al barítono mostrarse preocupado, entristecido y afligido, quizá desconsolado, consternado y apesadumbrado, con lágrimas, sollozos y lamentos para convencer de la sinceridad de su dolor.

Cuál sería la semejanza entre aquella trápala y en la que actualmente se ha visto envuelta la familia del Rey de España. En efecto, a realeza española no ha escapado del escándalo, cuando uno de sus miembros presuntamente percibe, de manera irregular, sumas de dinero que en moneda gringa ascendería a un total, detectado por la Fiscalía Anticorrupción Española, equivalente a unos 7.5 millones de dólares, con lo que aquí podíamos establecer que los nobles también son susceptibles de cometer el pecado de avaricia. Este extravío, si en realidad ocurrió, fue entre los años 2004 y 2007. El desvío de fondos, dice la nota proveniente de Madrid, aparecida el 3 de enero de este año en El Siglo de Torreón, aparentemente lo realizó Iñaki Urdangarín y un socio quienes dirigían el Instituto Nóos. Él es esposo de la Infanta Cristina, hija menor de los reyes de España. La investigación ha arrojado datos que se consideran suficientes como para dar la tremebunda noticia en que se habla de la creación de una estructura fiduciaria, que dio lugar a que Iñaqui se le imputase por un juez los presuntos delitos de malversación, fraude, falsedad documental y prevaricación.

La Fiscalía Anticorrupción de Baleares atribuye a Urdangarín una actividad encaminada a apoderarse de fondos públicos de gobierno balear, utilizando facturas falsas e infladas, valiéndose de presupuestos y servicios ficticios. La Casa Real expresó su respeto absoluto por las decisiones judiciales desvinculándose de la defensa del yerno real quien, en caso de ser imputado, tendría que defenderse como cualquier hijo de vecino. Por lo pronto, el Museo de Cera de Madrid anunció que retira la figura de Iñaki del Salón de los Reyes. Mientras se conocieron diversas operaciones en que hubo facturas falsas, desvío de fondos obtenidos por el Instituto Nóos, organismo supuestamente sin ánimo de lucro. Esto no deja de ser un real relajo. Una verdadera tolvanera en que la Casa Real se ve amenazada de verse enredada en un lío mayúsculo que puede dar lugar a lo que constituiría la primera abdicación de un Rey en España en el Siglo XXI.

Esto no termina aquí. La batahola está alcanzando al soberano español, Juan Carlos de Borbón, hechura de Francisco Franco quien decidió que fuera elevado al trono, sin embargo de seguir encontrándose la podredumbre que hasta ahora ha salido a la superficie, podría tambalearse. El Rey Juan Carlos ha venido gozando de un nivel de popularidad muy elevado en España. Es el legítimo heredero de la dinastía histórica de Borbón, otorgándosele la jefatura del Estado. La Carta Magna le confiere a su dignidad el rango de símbolo de la unidad nacional. Ahora el viento de la discordia amenaza con zarandearle la corona. En fin, el todavía Rey Juan Carlos afirmó en su tradicional discurso navideño que "la justicia es igual para todos", manifestando su preocupación por la desconfianza que crece sobre la crediblidad y prestigio de algunas de nuestras instituciones, pidiendo al pueblo español no generalizar y apuntó enfáticamente que la justicia es igual para todos, agregando que cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. En fin, eso dijo.

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