Quizá el problema más lacerante de nuestro país en los tiempos que corren sea el de la inseguridad. La delincuencia, organizada o no, gana terreno y cada vez toca a uno de nosotros enterarnos de personas cercanas que han sido víctimas de algún delito o vivir en carne propia el despojo de nuestros bienes, en algunos casos con violencia, teniendo que recurrir al gastado argumento de "gracias a Dios, no nos pasó nada", aludiendo a que la integridad física no resultó vulnerada. ¡Valiente consuelo!
El tema ha sido debatido por especialistas y algunos de ellos se inclinan a pensar que la causa primordial del delito es la pobreza. A menor oportunidad de trabajo, desarrollo y poder adquisitivo. El ser humano se ve obligado a delinquir.
No soy quién para rebatir esa afirmación pero ejerciendo el derecho a opinar, creo que en México la fuente primaria de los ilícitos, leves o graves, es la impunidad. El ciudadano común que opta por salirse del sendero del bien, sabe perfectamente que las posibilidades de ser capturado y luego procesado son mínimas.
Entonces, primero criminalizo mi accionar y luego espero que los engranajes del sistema judicial, tan herrumbados, se echen a andar y puedan perseguirme y una vez que se dé el remoto caso de la captura, llamar a su prima hermana, la corrupción, para salir del atolladero.
Gracias a esta dualidad, impunidad-corrupción, las cárceles, prisiones, tribunales de menores y centros de readaptación social, están llenos de pobres más que de culpables.
Esto viene al caso luego de saber que un futbolista, Omar Ortiz, ha sido detenido en Monterrey acusado de pertenecer a una banda de secuestradores.
Presuntamente el "Gato" era quien, valiéndose de sus relaciones y agitada vida social, le ponía la etiqueta de "secuestrable" a alguna persona y sus cómplices se encargaban de llevar a efecto este cobarde ilícito y, obvio, cobrar y repartir el rescate.
Ortiz jugó en varios equipos del futbol mexicano como Monterrey, Celaya, Atlante y Jaguares para luego regresar con Rayados. Si bien no se puede hablar de un súper estrella del balompié, fue un arquero confiable apoyado en sus impresionantes dotes físicas. Hará cosa de dos años fue suspendido por la Femexfut al ser encontrado culpable de la ingesta de sustancias prohibidas. Supuestamente en abril estaría en condiciones de reaparecer.
Alguna vez, en una cena en Chiapas en casa de mi hermano Pablo Salazar donde se agasajaba a los jugadores de Jaguares, se me acercó el "Gato" y dijo recordarme con afecto ya que arbitré, entre otros, el encuentro de su debut profesional.
Por ello, al pensar en él, en su gentil esposa, sus hijos, sus amigos, el futbol, sus víctimas, sus compañeros de equipo y nuestra atribulada sociedad, no puedo menos que decir: ¡Qué lástima!
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