Cuando Eduardo mi hermano y yo éramos niños le íbamos a las Chivas. Sé que esta confesión puede costarme muy cara, traer consecuencias nefastas que podrían repercutir en nuestra integridad personal e incluso, poner en duda mi virilidad pero ni modo, era el equipo de los amores de mi Padre y qué se le va a hacer si cuna es destino, decían los viejos de la comarca. Afortunadamente los golpes de la vida nos hicieron reflexionar y enmendamos el camino volviéndonos Pumas, ya cuando ejercíamos el derecho al pensamiento y la autodeterminación.
Empezando los 70 el América estructuró un trabuco, liderado por Carlos Reinoso y su inolvidable dupla goleadora con Enrique Borja. En cambio, el "chiverío" arrastraba el sarape ocupando los últimos lugares de la tabla de posiciones.
Es importante puntualizar, sobre todo para aquellos amables lectores de "Parchís" para acá, que en aquellos remotos ayeres no había tabla de cocientes y lo más sesudo que se les ocurrió a los dirigentes de la época fue diseñar, con la insana intención de demorar lo más que se pudiera la debacle rojiblanca, una "promoción" en que se jugaría la permanencia en el máximo circuito el colero general con el subcampeón de la división de ascenso.
Con esa angustia aferrada a las tripas vivíamos los Brizio, junto a millones de aficionados del "rebaño", cada semana la jornada futbolera y era desesperante ver que los resultados se daban pero siempre adversos al equipo de nuestros amores.
Lo que más ardía y calentaba eran las malditas mofas que los amigos de la colonia y el colegio hacían de esa humillante situación. "Ya los veo jugando contra el Naucalpan" nos decía Beto Nájera, hijo del preparador físico del América, Don Pedro del mismo apellido, apodado en sus tiempos de jugador el "siete pulmones", por su forma desaforada de correr. "Al fin el año que entra suben" sentenciaba con aire profético el clásico profesor mamonete que además, le iba al Atlante. En fin, que los lunes era un infierno asistir a la escuela o salir a la calle.
Afortunadamente se acabó el torneo y por un solo punto los tapatíos evitaron cualquier lío con el descenso.
Les cuento todo esto porque créanme que comprendo lo que deben estar sintiendo los aficionados del Guadalajara. Ver la tabla con el nombre de la gloriosa institución hasta abajo y con cero puntos les debe revolver la bilis con el bolo alimenticio y algunas otras sustancias igualmente asquerosas del cuerpo humano.
Sobre todo cuando está debacle se pudo evitar. No reforzar el equipo y despedir entrenadores sin ton ni son, le está cobrando el impuesto a Jorge Vergara. La última víctima fue Fernando Quirarte y ahora suena para sucederlo, ¡el mismo técnico al que corrieron! Es como de manicomio.
Si Don José Luis acepta regresar, el asunto será para una "Real" carcajada.
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