Han transcurrido cinco fechas del torneo Clausura 2012 y la nota discordante hasta el momento, la han puesto los señores árbitros con sus desaseadas actuaciones. El problema es multufactorial, sin embargo, existen personas entre la dirigencia administrativa y técnica de nuestro balompié que han hallado en los de negro la excusa perfecta para tapar su negligente accionar o simplemente, el pretexto para las derrotas.
Hace una semana, mi admirado Tomás Boy, técnico de Monarcas y uno de los mejores diseñadores de esquemas de juego en México, profirió una serie de denostaciones en contra del juez Erim Ramírez en el espantoso empate a cero donde su equipo no fue capaz de doblegar a Rayados jugando de local. Ahora le da la voltereta en forma espectacular frente al Guadalajara y ni quién se acuerde del nombre del nazareno, José Alfredo Peñaloza, por cierto de muy buena actuación.
Otro director técnico, aunque este más bien medianito, Wilson Graniolatti, hizo cera y pabilo de Miguel Ángel Chacón cuando en la jornada 4 su equipo cayó ante el Atlas. Esta fecha recibieron al Pachuca y al minuto 17 los "Tuzos" caían estrepitosamente tres goles por cero. Pero, ¿qué creen?, que este impostor echó al equipo para atrás y la visita los humilló clavándoles cuatro dianas para dar la más vergonzosa remontada en esa cancha desde que Toluca milita en la Primera División. ¿Hablará ahora del trabajo, impecable, de Mauricio Morales?
En Querétaro no tarda en presentarse un lío gordo. Resulta que los "Gallos" invitaron como inversionista a Zlatko Petricevic, viejo conocido de la afición mexicana. El croata, que además se las da de pavorreal con un plumero en las "nachas", presume de millonario y de que por sus venas corre sangre real. Pero bueno, eso es otro asunto.
El caso es que también le ha agarrado ojeriza a los soplapitos nacionales y este sábado fue la segunda vez que intenta ingresar al vestuario del juez para hacer reclamaciones. El problema es que durante la semana, lenguaraz como es, se la pasa azuzando al noble público queretano y en una de ésas, no van a buscar quién se las hizo sino quién se las pague.
La voltereta del Atlante en la "Corregidora" tuvo como base el buen futbol y una desafortunada actuación del guardameta Liborio Sánchez, en otras ocasiones erigido en héroe. El tapatío Erim Ramírez cumplió con una acertada labor.
El problema sigue siendo de educación deportiva. Es mucho más fácil culpar al juez que quebrarse la cabeza buscando las razones del fracaso. Además, el mensaje deja contentos a todos: Jugadores, directivos y afición piensan que la explicación está en el "robo semanal" que esos cuatreros vestidos de negro le hacen al equipo de sus amores.
Basta de este linchamiento mediático y que cada quién asuma sus responsabilidades. Este trío es sólo una muestra de esa falta de respeto.
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