Érase que se era un jugador de futbol que se desempeñaba como guardameta. Sus condiciones le habían llevado hasta la selección de su país para luego emigrar llegando a jugar en México.
Se enroló en un popular cuadro de la capital que, aunque gastó mucho dinero en refuerzos, no logró ser campeón y luego fue transferido a un modesto equipo con sede en un paradisiaco balneario del estado de Morelos y ahí no tuvo empacho para tenderle la cama al técnico, por cierto, paisano suyo, y de esa manera iniciar, mientras jugaba, la carrera de entrenador.
Para el Mundial de 1978, en Argentina, fue convocado como tercer portero de la selección pampera, y aunque no jugó un solo minuto, ha sido uno de sus principales argumentos para venderse. "Estás hablando con un campeón del mundo", suele decir.
En nuestro país ha dirigido a muchos equipos, la Selección Nacional incluida, a la cual llevó incluso al Mundial, aunque no logró el famoso "quinto partido" por el que tanto suspiran nuestros federativos.
Se internacionalizó al regresar a su terruño para tomar al más popular de sus equipos y hacerlo cuando estaba en la cima. Nadie se explica cómo fue que al final perdió el campeonato. Anduvo por Centroamérica con más pena que gloria y ahora regresa a esta bendita tierra para continuar su carrera en el equipo que lo trajo por primera vez.
Si cree que hablo de Ricardo Antonio Lavolpe, permítame decirle que es usted un genio.
Efectivamente, la dirigencia del Atlante ha llegado a un acuerdo para firmar al polémico bigotón para que se haga cargo de una nave que amenaza con irse a pique, ya que enfrenta serios problemas de descenso.
La apuesta es alta y cara ya que los números de Ricardo a últimas fechas no son buenos, aunque hay que reconocer que se embarcó en empresas arriesgadas como lo fue dirigir al modesto Banfield allá en Argentina.
Lavolpe no viene de gratis ni mucho menos. Es conocida su avidez por los dólares pero quizá la buena noticia para los azulgrana es que, seguramente, condicionó su firma a que le traigan refuerzos en calidad y cantidad suficientes.
El hombre nacido hace 60 años en Buenos Aires no va a cambiar su forma de ser. Es de los que creen que el futbol es una ciencia oculta reservada sólo para los grandes iniciados, de los cuales él es figura preponderante.
Arrogante, necio, malo para hablar en público, altanero, grosero con sus jugadores y con los medios de comunicación, es sin embargo un trabajador obsesivo e incansable en cuanto a meter en sus pupilos su idea futbolística.
Seguramente los jerarcas atlantistas no lo contrataron para ser "señorita simpatía" sino para que los salve de la quema. Si le arman al equipo, lo dejan trabajar y él no se vuelve loco, puede que veamos la mejor versión de Lavolpe de los últimos años.
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