Santos de La Laguna es el campeón del futbol mexicano en el torneo Clausura 2012. Así quedará asentado en las estadísticas, pero la forma de conseguirlo ha sido una verdadera hazaña y un monumento a la planeación, la paciencia, la esperanza, la fe y el trabajo en equipo.
El cuadro lagunero ha sido de las franquicias más exitosas de los últimos años dada su permanente presencia tanto en la liguilla como en las finales. Sin embargo, parecía pesar una maldición sobre ellos cuando de levantar el trofeo se trataba. Tres finales de liga perdidas y, recientemente, la de la Concachampions, eran una pesada carga emocional para un plantel diseñado para cosas grandes.
Pero este torneo sirvió para romper paradigmas y el primero de ellos fue acabar con la supuesta maldición del superlíder. En nuestro balompié parece que a los equipos les da miedo ocupar la cima e incluso da la impresión de que algunos meten el "freno de mano" al acercarse la fiesta grande para no ocupar el lugar de privilegio.
Santos asumió el reto y fue despachando rivales con autoridad, fuerza, drama y goles. Así echó fuera a Jaguares y en uno de los episodios más estrujantes en la historia de nuestro futbol le bastaron tres minutos para sacarle a Tigres un partido que creían ganado.
En el juego de ida ante Monterrey hicieron un planteamiento inteligente que les permitió traerse un empate no carente de polémica y así quedó listo el escenario en el majestuoso estadio del Territorio Santos Modelo, bautizado como "La casa del dolor ajeno".
Ante su público, los Guerreros no se volvieron locos y tomaron el asunto con calma, sin que esto les restara garra. Se fueron arriba por vía de Daniel Ludueña y aguantaron vara hasta que en un contragolpe la figura de la liguilla, el "Cepillo" Oribe Peralta, concretó el gol que selló el título.
Todavía Monterrey vendió cara la derrota pero apareció la figura inconmensurable del veteranazo Oswaldo Sánchez para bajar la cortina verdiblanca.
Cuando Roberto García Orozco, de impecable actuación, emitió el silbatazo final, se pudo dar escape a toda la angustia y emoción contenida y el público se volcó en un solo clamor vitoreando a sus héroes, esos guerreros indomables que vencieron, primero que nada, a sus propios fantasmas.
Benjamín Galindo jugó sus piezas con maestría. Marc Crosas suplió con creces al lesionado Juan Pablo Rodríguez; César Ibáñez encaró con carácter el entrar por Osmar Mares y Cándido Ramírez aportó el sacrificio que le faltó a Christian Suárez.
Vaya una calurosa felicitación a toda la buena gente de la Comarca Lagunera. Sin ustedes no se entendería una institución como Santos Laguna.
Directiva, cuerpo técnico, jugadores, empleados administrativos y todo aquel que desde cualquier trinchera haya colaborado para el éxito de este proyecto, merece festejar este vibrante título.
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