Un choque que parecía inminente ya lo es. Rayados y Guerreros se verán las caras en otra final, la segunda en poco más de un año, ahora con la diferencia de que la vuelta se juega en el desierto lagunero, en medio de Apaches e Irritilas sedientos de venganza. Y no sería ninguna sorpresa que el otro equipo regio, los Tigres, se topen de nuevo como en la final del torneo pasado con la tribu lagunera que trae unas ganas horribles de saldar deudas con los equipos de la Sultana.
Dos de las ciudades más afligidas por la inseguridad en nuestro país, representan orgullosamente las potencias futbolísticas de nuestro torneo, Santos, Tigres y Monterrey (nombrados en riguroso orden de posiciones) cada vez se alejan más del resto, equipos poderosos en todos los sentidos, plagados de estrellas, bancas que podrían ganarle un minitorneo a la mitad de los equipos del Clausura. En lo único que existe una gran diferencia es en instalaciones, mientras Santos Laguna por mucho tiempo discriminado y víctima del escarnio de la nación futbolera nacional por tener un estadio chico, incómodo y francamente feo (que lo quisiéramos como a un hijo feíto es otra cosa) de repente el patito feo emerge en un orgulloso y sobre todo bellísimo complejo llamado TSM, que opaca, apantalla, reduce, minimiza a su máxima expresión al ruinoso Tec y al vetusto Universitario.
Por lo demás, muy similares maneras de competir, presupuestos generosos que en lo que respecta al Santos la mayoría de las ocasiones ha sido manejado con sabiduría, rayas y tigres se han dado varias veces contra el cristal de la ventana hasta llegar a este gran momento que viven. Momento que sin duda favorece a los regios, campeones de los torneos que Santos quiere arrebatarles.
En Monterrey la prensa vive su clásico, ya habrá tiempo de ocuparse de los Guerreros, dicen que le tienen tomada la medida y qué mejor que sean los laguneros a los que tengan que derrotar para lograr el tan ansiado doble bicampeonato, la Liga la ganan de nuevo los felinos y la Concacaf Liga de Campeones la antigua Pandilla. Son caminos según ellos francamente libres, pero justo cuando piensen llegar a la meta una figura se recortará en el horizonte, por su penacho y su pintura que indica que está listo para el combate, al parecer es… no, no hay duda, es el ¡guerrero! Y entonces el tigre y el rayado por un momento dudan que la empresa sea tan fácil como presumen, todavía queda alguien de pie, después de que Águilas, Monarcas, Tuzos y fauna que se les parezca han sucumbido, el valiente guerrero impide el paso a los títulos a los equipos de Nuevo León. Serán duelos memorables, batallas épicas, no aptas para corazones débiles, y al final tendrá que ser el guerrero el que levante las dos Copas, que así sea.
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