La presencia en cartelera de la película Cristiada, trata este tema de contenido tanto religioso como cívico y social, en el marco de una producción inspirada en la investigación histórica de Jean Meyer, protagonizada por Andy García y Eva Longoria.
El conflicto religioso surge en la Revolución Mexicana al triunfo de Plutarco Elías Calles que tras el asesinato de Venustiano Carranza, se impuso sobre todas las facciones revolucionarias. Calles concibió una dictadura burocrática que habría de culminar en el Partido Nacional Revolucionario, antecedente fundacional del PRI y creador del sistema de partido de Estado, que con diversos matices imperó durante setenta años.
El proyecto encuentra obstáculo en el núcleo cultural y antropológico cristiano, que concibe al hombre como ser dotado de inteligencia y voluntad, sujeto de dignidad y titular de derechos de libertad. El Estado totalitario pretende además del control de vidas y haciendas, la sumisión de la conciencia y el modo de pensar de los gobernados, que de esta suerte pasan de ciudadanos a súbditos del gobierno.
El plan de Calles se enfrentó con la sociedad mexicana en tres vertientes. El primero concierne al control de la jerarquía de la Iglesia Católica a partir de la reforma al Artículo 130 de la Constitución, cuya legislación reglamentaria en algunos estados como Tabasco y Tamaulipas, atribuyó al estado el derecho de designar obispos, expulsó a clérigos extranjeros, pretendió regular el número de sacerdotes y obligar a éstos a contraer matrimonio. La intromisión llevó al Clero a cerrar los templos, argumentando falta de condiciones para celebrar el culto.
Calles llegó al absurdo de fundar una iglesia separada de Roma sometida al Estado bajo el Patriarca Joaquín Pérez, sacerdote cismático que hizo del Templo de la Soledad de la ciudad de México sede de la Iglesia Católica Mexicana, lo que convirtió al llamado Jefe Máximo de la Revolución Mexicana en una especie de "Enrique VIII de huarache".
El segundo frente se abre en el intento de controlar la conciencia de los niños y los jóvenes mediante la Educación Socialista única y obligatoria, que Calles elevó a rango constitucional y se mantuvo hasta 1945. La carga ideológica y el sesgo sectario que lo anterior entraña, explica en parte la postración en que se encuentra hasta hoy, la educación pública nacional.
El tercer objetivo del sistema de partido de Estado fundado por Calles, fueron los rancheros y pequeños productores rurales del Bajío, los Altos de Jalisco y otras partes del centro del país, en contra de los cuales el régimen de la Revolución emprendió una feroz ofensiva expropiatoria de sus tierras con el pretexto de repartir los latifundios.
La obsesión por el control de los medios de producción y la gente del campo, generó el sistema ejidal que convirtió al Estado en dueño del ochenta por ciento de las tierras productivas, e impuso la explotación colectiva similar al sistema soviético que convirtió al mujik ruso en peón acasillado, sujeto a formas de control político que con el tiempo colapsaron tanto aquí en México como en Rusia.
La llamada Reforma Agraria visualizó al campesino mexicano como carne de cañón electoral y se erigió en fábrica productora de votos, traicionando el anhelo zapatista de que el campesino fuera dueño de la tierra que trabaja y haciendo fracasar el saludable intento de Venustiano Carranza cifrado en la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, que buscaba hacer un reparto de tierras que elevara al campesino de la condición de peón, a la de ciudadano dueño de su propia parcela.
La ofensiva generó una reacción generalizada en contra del Estado, que en el terreno de la lucha cívica produjo importantes frutos, muchas veces ahogados en sangre. Un ejemplo lo ofrece Anacleto González Flores, líder social y periodista beatificado por el Papa Juan Pablo II, que desde su trinchera en la Unión Popular de Jalisco condujo movilizaciones masivas de resistencia pacífica, que pagó con su vida al ser martirizado por el régimen.
Otra parte de la reacción en contra del Estado totalitario siguió el camino de las armas y al grito de ¡Viva Cristo Rey! generó la Cristiada, episodio heroico, pero al mismo tiempo lamentable, como toda conflicto armado. La guerra duró de 1929 a 1936, hasta que los arreglos entre Gobierno y Jerarquía Eclesiástica permearon a la base social beligerante integrada por curas de pueblo y ciudadanos que fueron reacios a deponer las armas, porque estaban convencidos de que actuaban en ejercicio de su derecho a la legítima defensa, de su estilo de vida, su Patria y su Fe.