Para este martes 6 de noviembre, se estará llevando a cabo el proceso electoral de nuestros vecinos del norte, elección que según las encuestas más serias, pronostican que serán muy reñidas. El voto latino parece ser el factor importante para los candidatos presidenciales pues según algunas organizaciones como la Asociación de Funcionarios Electos y Designados así como el Southwest Voter Registration Projet, están en juego entre 10.5 y 12 millones de sufragios latinos.
Tanto Rommey como Obama, en diversas ocasiones han hablado del complejo, pero al parecer irresoluble tema migratorio. Independientemente de la delicadeza del tema y de las dificultades para resolverlo, ha surgido en muchos latinos, la esperanza de poder encontrar en cualquiera de las dos propuestas de los candidatos norteamericanos, una solución a su estancia en los Estados Unidos.
Sin embargo, otro tema que pocas veces se toca en los discursos de los candidatos presidenciales estadounidenses, es qué política exterior se llevará en su administración con nuestro país. Relaciones que en muchas ocasiones han parecido más unilaterales que bilaterales, pues claramente se ve que en diversos rubros las reglas y condiciones del "juego" las ponen ellos.
Si tuviéramos que plasmar lo anterior con un simple ejemplo imaginémonos a un elefante moviéndose a su antojo sin mirar a las hormigas que pueda pisar. Discúlpenme por el ejemplo burdo, pero no encuentro otra analogía que pueda ejemplificar dichas relaciones que parecen ser muy desiguales.
En muchas ocasiones se ha mencionado por diversos especialistas que al tener de vecino a una de las grandes potencias mundiales, más que un beneficio, es un impedimento para que México tenga mayor crecimiento. El ejemplo más claro, es sin duda, Brasil en donde durante el mandato de Luiz Inácio Lula da Silva y en el mandato actual de Dilma Rousseff la política exterior y económica dejó de mirar solamente a Estados Unidos, teniendo cierto alejamiento, e impulsando una política exterior más enfocada a Asia.
¿El resultado? Brasil, según el Fondo Monetario Internacional, ocupa actualmente el puesto número 7 en la lista de países con mayor Producto Interno Bruto a precios nominales, es decir, la suma de todos los bienes que un país produce. México, por su parte, ocupa el puesto 14.
Para que tenga una idea Estados Unidos ocupa el primer puesto con 71.896.504 millones de dólares, Brasil el número 7 con 2.425.052 millones, por encima de países como Rusia e Italia; México cuenta con un PIB de 1.162.891 millones. No trato de decir que el crecimiento de Brasil se deba únicamente a su alejamiento con los Estados Unidos, pero sin duda alguna lo ha propiciado.
No se trata de que México se aleje totalmente de Estados Unidos, pero sí que incremente sus relaciones económicas con otros país, sobre todo de Asia. Y es que no es una mentira ni un secreto para nadie que Estados Unidos nos ha mirado, como lo diría Adolfo Aguilar Zinser, exembajador de México en la ONU, como su patio trasero. No pretendo decir que todos los males de nuestro país sean por culpa de los Estados Unidos pero sí que la relación no ha sido del todo benéfica.
Al parecer el tema de las relaciones de Estados Unidos con México no constituye un tema que se encuentre sobre el escritorio del próximo presidente norteamericano y se reduce a una "simbólica ayuda económica" mediante el famoso "Plan Mérida" (que sin duda alguna está sujeto a condiciones) para contrarrestar al crimen organizado, sin pasar por alto que el mayor consumidor de drogas y el mayor fabricante de armas es Estados Unidos.
El gobierno mexicano se ha visto en muchas ocasiones sujeto y condicionado a los intereses de Estados Unidos y ante situaciones muy diversas nuestro país ha tenido que doblar las manos por diversos intereses. Desgraciadamente tampoco de parte de nuestras autoridades se ve un cambio de política exterior con nuestros vecinos del norte.
Ojalá algún día México pueda tener unas relaciones de igual a igual con los Estados Unidos y que al llegar el día de elecciones de Estados Unidos podamos sentir que su próximo presidente entablará una política exterior de reciprocidad, de verdaderos vecinos y socios comerciales sin ser el patio trasero.