Algún funcionario machín del IFE se le ocurrió al parecer una jugada maestra para que el debate ganara la batalla del rating del domingo por la noche frente a "Los pequeños gigantes" y el juego Monarcas-Tigres. Reclutó así a Julia Orayen, una exmodelo de Playboy, la enfundó en un ajustado y escotado vestido blanco, y la mandó a entregar unas boletas con letras a los candidatos para definir el turno en el debate.
No sé si la edecán subió el rating; pero si prestamos atención a los comentarios en las redes sociales y en los medios tradicionales, no hay duda que se llevó la noche.
El debate fue lo que tenía que ser, considerando la rigidez de un formato en que hasta las preguntas estaban predeterminadas. Los candidatos se atacaron entre sí, pero también hicieron propuestas. Ninguno, sin embargo, presentó argumentos nuevos. Todo lo que dijeron -positivo o negativo-- ya lo habían dicho con anterioridad.
Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador se unieron para atacar a Enrique Peña Nieto, el puntero en la contienda, quien respondió a las críticas con habilidad y soltura, demostró que no necesita un teleprompter para hablar y defendió con habilidad su gestión como gobernador del estado de México.
Vázquez Mota dedicó más tiempo a cuestionar a Peña Nieto que a presentar propuestas. En dos ocasiones censuró al exgobernador por la investigación en el caso de la niña Paulette, a lo que Peña Nieto respondió lamentando que Vázquez Mota pretenda lucrar con la muerte de una niña para revivir su campaña política.
Gabriel Quadri demostró una vez más que habla bien y tiene ideas muy claras. En varias ocasiones señaló la necesidad de eliminar los monopolios en petróleo y electricidad y los subsidios a los combustibles. Cuestionó, además, a los "políticos" empeñados en echarse lodo los unos a los otros.
Andrés Manuel López Obrador reiteró su tema favorito: el ataque a la desigualdad. Siguió atribuyendo esta desigualdad al gobierno de Carlos Salinas de Gortari, terminado hace 18 años, y a la existencia de un "grupo compacto" que domina la riqueza del país. Mostró unos papeles que supuestamente demostraban que Peña Nieto entregó 600 millones de pesos a Televisa. Peña Nieto respondió que era información especulativa de una revista y le reviró con el tema de la corrupción de René Bejarano.
Los tres principales contendientes mostraron fotografías, papeles, tarjetas, folletos y artículos de revistas para apoyar sus dichos. Sus asesores les han dicho que el público de televisión recuerda estos apoyos mejor que las palabras. López Obrador, sin embargo, primero mostró tarde una foto y después exhibió otra de cabeza: de Peña Nieto con Carlos Salinas de Gortari en una boda. Después la volteó apresuradamente y bromeó: "El mundo al revés."
Cada uno de los participantes se declaró triunfador al terminar el debate. Era de esperarse. Generar una actitud de triunfo, dicen los especialistas, es a veces más importante que el desempeño mismo en la discusión. Los analistas en los medios identificaron al triunfador con el candidato de su preferencia. Los debates se ven siempre con el color del cristal del que mira.
Serán las encuestas las que nos permitan saber realmente en los próximos días quién triunfó en este debate. En las actuales circunstancias, de hecho, no importa tanto quién es el ganador, sino si hay un cambio suficiente en las preferencias. En este sentido, me atrevo a adelantar que un debate en que el personaje más memorable fue una edecán de vestido entallado difícilmente modificará el rumbo de la elección.
SEGUNDOS PISOS
Andrés Manuel López Obrador cuestionó los segundos pisos de cuota en el estado de México. Se le olvidó que Marcelo Ebrard, a quien presumió al final del debate como su futuro secretario de Gobernación, está construyendo también segundos pisos de paga.
Twitter: @sergiosarmient4