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La Estela de Luz

GILBERTO SERNA

En mis cada vez más esporádicas salidas de Torreón, no tardé mucho en arribar a la orgullosa ciudad del Cerro de la Silla, que luce atrevida y bella, a la que no le espanta la modernidad. Me doy cuenta que el tiempo ha pasado al ver a mis amigos de antaño caminar como viejos artríticos, con las piernas pesadas, cada una pensando en si valdrá la pena seguir. Me veo en ese espejo. No falta mucho para llegar a la otra orilla. Volteando la mirada hacia atrás, me veo ágil. Cuando menos para mover las mandíbulas. Esos desayunos en el café del hotel Del Río, machacado con huevo, salsa molcajeteada, tortillas de harina, humm.., un café a punto, tan caliente que escalda la lengua. Era gobernador Alfonso Martínez Domínguez, creador de la macroplaza, donde la religión y el gobierno coinciden en una obra monumental a cuyas márgenes se erigen las sedes de los poderes estatales. En ese lugar sobresale el monumento conmemorativo del centenario de la fundación de la Cámara de Comercio del que se puede decir es ciertamente impresionante. En su parte superior, nos dicen, cuenta con un equipo de rayo laser que no tuve oportunidad de ver funcionar.

Me señalan que se hizo una copia, símbolo del bicentenario de nuestra Independencia, no sé si será cierto, (lo de la copia) no la conozco, instalada en la orilla de la reja del Bosque de Chapultepec, en cuya parte posterior colinda con la jaula de los leones. (Nada más apropiado, pues al inaugurarse una manada de leones se han soltado, indicándose que luce fría, desabrida, carente de sentido estético, arquitectónico y sobre todo, histórico) "porque cada vez que los lobos de la política devoran con impunidad el presupuesto nos insultan, se burlan de nosotros sin asomo alguno de vergüenza, cada vez que una corruptela toma forma las y los ciudadanos pierden un poco de su dignidad". Hubo carreras (no por los leones sueltos, sino porque había que adelantarse a la amenaza de uso de veladoras y moños negros por parte de los asistentes) en que los gobernantes demostraron ser más veloces e inauguraron la Estela un día antes de lo previsto ¡Puf!, parecía que los demonios andaban sueltos.

No acabaron ahí las críticas, ya se hablaba del retraso en acabar la obra. Un año y cuatro meses se retrasaron de cuando debió inaugurarse. En ese lapso llovieron reproches a los encargados del proyecto. Que le dieron largas al asunto con la consecuencia de que se elevaron sus costos pasando de menos de 400 millones a más de mil. El Gobierno federal dijo que la edificación es un homenaje a los héroes de la patria. Los ciudadanos hablan de negligencia y corrupción. Los costos y las denuncias que ha generado la obra ameritan una mayor rendición de cuentas. Así se sabría bien a bien si lo que se gastó tuvo su razón de ser o hubo anomalías e irregularidades. Algo huele a podrido en Dinamarca. Dejar las cosas al "ahí se va" es proteger a los depredadores, en el caso de que se demuestre que sí hubo ratones en el queso. Si de lo que se trataba era de fortalecer el espíritu nacional, con dudas y sospechas no se logrará. Se requiere claridad espontánea en los hechos. No es suficiente con la luminosidad de la Estela de Luz.

Esto no puede ser. Si en un caso tan a modo no se toman las providencias que sean necesarias, para castigar a los responsables, en el caso de que los haya, querrá decir que los mexicanos no tenemos remedio. La fecha a conmemorar valía la pena. Lástima que se hayan sembrado dudas que no han logrado disiparse. Sobre todas las cosas: el tiempo transcurrido, que no se ha explicado el cómo y el porqué. Parece como si hubiera un complot para no esclarecer lo que debería ser diáfano y puro. Lo que se manejó fue dinero, del que es depositario el poder público. La obligación de quienes administran dinero ajeno es lo mínimo rendir cuentas al detalle de cómo se gastó. Hay detrás de la oscuridad una estela de luz que da sustento a nuestra nacionalidad. Total mucho ruido y pocas nueces. Es un caso en que el más interesado en que las cosas queden fuera de toda duda son los que participaron en la construcción del obelisco que no pudo llegar a serlo. Una buena o mala copia del faro que los comerciantes construyeron a un costado de la catedral en la megaplaza de Monterrey. En fin, así están las cosas.

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