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La euforia del futbol

GILBERTO SERNA

El beso es un encuentro en que los seres humanos se frotan sus labios entre sí, logrando producir sensaciones eróticas en las que ambos beben sus alientos, es además un acto en que los sentidos se embriagan, deteniéndose el paso del tiempo, incendiándose sus cuerpos como una sola brasa en que únicamente quedan dos amantes en celo. Claro está, va de besos a besos, hay los besos castos que se dan a los hijos, como los hay prohibidos en que no se busca la coordinación de dos almas sino tan sólo la satisfacción del animal en celo que sólo intenta calmar una sed sexual en donde nada más intervienen los impulsos primarios. La ciencia que estudia el beso se denomina filematología, que estudia todo lo referente a lo que se considera un lenguaje universal y no verbal para demostrar afecto. Los besos se venden, pero también se roban, un beso robado produce una sensación indescriptible, pues casi siempre se da entre quienes no se atreven, pero lo desean. Un beso correspondido puede ser apasionado o tierno en una mejilla, en cuyo caso es simplemente una forma de saludar. Los tipos de besos son muy variados, todo depende de a quién se los des, cuándo y dónde.

Los hombres de ciencia han determinado que al besar ponemos en movimiento alrededor de 30 músculos de la cara, intercambiamos cerca de 300 colonias de bacterias, liberamos una cantidad imprecisa de hormonas, aumentamos nuestro ritmo cardiaco, nuestra libido y en ciertos casos nuestra capacidad salaz o lujuriosa. No es el caso del beso que se dieron en la cancha de futbol los americanistas Christian Benítez y Matías Vuoso quienes ante la mirada atónita de miles de fanáticos simularon darse un beso, ósculo o picorete al celebrar un gol del equipo América, abrazándose, mientras tapaba uno con su mano los labios del otro, juntando sus rostros como diletantes amorosos sin llegar al extremo de la reina del pop Maddona que en pleno escenario provocó un escándalo lésbico besándose en la boca con las cantantes Britney Spears y Cristina Aguilera. Los jugadores heterosexuales en realidad estaban fingiendo tratándose tan sólo de una peculiar forma de festejo por la anotación alcanzada entre el delirio de los fanáticos que ocupaban las tribunas en gran número.

Allá por los cincuenta en el Torreón de mis amores, se suscitaban incidentes cuando dos jóvenes de sexo contrario se besaban en plena calle ante las miradas horrorizadas de las personas mayores que condenaban el hecho como cosas auspiciadas por el mismísimo demonio. En las inmediaciones de las bancas del parque se apostaban cumplidos gendarmes que con apoyo del Bando de Policía y Buen Orden salían de detrás de un tronco o de algún arbusto dispuestos a llevarse a los infractores de la moral pública.

Eran tiempos tranquilos en que los antiguos pobladores acudían a los cines a refocilarse con las parejitas que aprovechando la penumbra que reinaba en las salas cinematográficas, se hacían arrumacos e intercambiaban caricias, besuqueándose a placer…hasta que la luz de una linterna sorda les enfriaba los ánimos. Eran aquellos días en que conocidos personajes dedicados a la confección de ropa para damas merodeaban en los retretes con la pretensión de seducir a muchachitos pubertos. Se hubieran emocionado al ver a los gladiadores de las canchas dedicadas al juego del balompié.

La Comisión Disciplinaria de la Federación Mexicana de Futbol por conducto de Alfonso Sabater dijo que no se puede permitir den esa imagen a los niños, no es un buen ejemplo. Los Tri Gay dicen que la recomendación de la Diciplinaria es una muestra que fomenta la discriminación, el estigma y la homofobia que se vive en el país. El asunto no estuvo tan mal. Me explico. Los jugadores con el entusiasmo del público que suele ser contagioso, surte efectos semejantes a una droga, conjuntamente con la adrenalina que sueltan en su sistema cardiovascular las glándulas suprarrenales que aceleran el ritmo cardíaco, aumenta la presión arterial, dilata los bronquios, y estimula el sistema nervioso central, por lo que el jugador de futbol se ve empujado a actuar en condiciones poco comunes. Si agregamos a lo anterior, que el triunfo de su equipo es también individual beneficiando su crédito personal, hay una razón más para que expresen su euforia como lo hicieron. Por lo demás los niños de estos días no son tan inocentes como para no distinguir un beso de amigo de uno voluptuoso. En fin, es la onda de los chavos, no tan chavos.

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