"Quienes son lo suficiente locos para pensar que pueden
Cambiar el mundo son
Los que lo cambian."
Anuncio de Apple
"Think Different", 1997
La fotografía de Steve Jobs realizada por Albert Watson que ilustra la portada de la biografía escrita por Walter Isaacson va en camino de convertirse en una imagen tan duradera como la del Che Guevara de Alberto Korda. Parece cuestión de tiempo para que empecemos a verla en camisetas como la del Che o las de Marilyn Monroe.
El poder de la imagen fija es notable, incluso en estos tiempos en que el video es parte de nuestra existencia cotidiana. La fotografía "Guerrillero heroico" de Korda, y que presenta al Che en 1960 en Cuba con pelo largo y tocado con una boina, sigue siendo, a 52 años de distancia, el más popular ícono de rebeldía en el mundo. Paradójicamente se porta en camisetas y objetos de consumo que quizá habrían sido rechazados por el comunista Guevara.
Un fenómeno similar puede ocurrir con la fotografía de Albert Watson que ilustra la portada de la biografía de Jobs. La obra literaria en sí, me parece, afortunada. Isaacson hizo un trabajo meticuloso y justo. Me dicen que la traducción española, quizá hecha con prisa, es desprolija; pero la versión en inglés es impecable, como las demás biografías -Kissinger, Benjamin Franklin, Albert Einstein-redactadas por el exdirector editorial de la revista Time, exdirector ejecutivo de CNN y actual presidente del Aspen Institute.
Jobs es presentado por Isaacson con todos defectos: intransigente, grosero e impulsivo. Solía cuestionar, e incluso insultar, a quienes trabajaban para él. A veces rechazaba proyectos o trabajos de sus subalternos sin siquiera verlos. En su juventud estaba convencido de que, debido a su dieta compuesta sólo de frutas y verduras, no necesitaba bañarse más que una vez a la semana y no requería de desodorante. El olfato de la gente decía otra cosa.
Al mismo tiempo, como vemos en el libro, Jobs fue un hombre creativo e intenso que revolucionó por lo menos cinco industrias: la computación, por supuesto, primero con su Apple II y después con sucesivas generaciones de Macs y con la iPad; la música, a través de las iPods y de su tienda virtual i-Tunes; el cine, con Pixar, la productora de películas de animación creadora de Toy Story; la telefonía, con el iPhone; e incluso las tiendas de menudeo, con las Mac Stores que hicieron de la compra de productos electrónicos una experiencia singular.
Isaacson afirma que se ha prestado demasiada atención a los defectos de Jobs, pero sus aportaciones a la sociedad son de tal magnitud que el saldo es abrumadoramente positivo. Coincido... y entiendo la enorme atención que ha habido hacia Jobs desde que en los años setenta se convirtió en el niño terrible de la computación.
Pero independientemente de que podamos contar con una biografía magistral como la de Isaacson, o acceso a través de YouTube (comprada por Google, una empresa que Jobs consideraba maligna) al notable discurso que dio en la Universidad de Stanford en la graduación de 2005, un ícono popular necesita una imagen fija impactante. La fotografía de Albert Watson, un talentoso fotógrafo escocés que igual ha hecho campañas de publicidad como retratos artísticos, parece destinada a convertirse en un emblema perdurable.
No deja de ser un signo de los tiempos que la figura icónica de la rebeldía, que durante décadas ha sido la de un revolucionario argentino convertido en fallido funcionario cubano y muerto en una guerrilla en la sierra de Bolivia, pueda ser reemplazada por la de un empresario que creó una nueva cultura de productos de consumo masivo.
En los países realmente democráticos es habitual que los presidentes y los primeros ministros hablen de política. En México una supuesta referencia del presidente en una reunión privada a lo que en todo caso sería una mala encuesta genera una tormenta. Esto es indicativo del daño que hace la censura. Mejor sería eliminar todas las mordazas.
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