L A gente me pregunta ¿por qué gusta el Filósofo?, les respondo: muy sencillo, por su ingenuidad provinciana, por una pretendida buena fe, por su sentido de obviedad, por la simplicidad con la que ve la vida y por una fina picardía.
Durante los últimos treinta años de mi vida, he tratado de construir entorno al viejo Filósofo, la sapiencia, la viveza, la agudeza mental, el ingenio y el fino sentido del humor del que las son recipiendarios los "viejos" de la región, que con la humildad que poseen, los convierten en una escuela andante de sabiduría y en doctorados en personalidad, en la escuela de la vida.
He buscado también que no se pierda la ingenuidad rural y provinciana del Filósofo, su sentido de obviedad, siempre enriquecido por el humor que el mexicano desparrama por doquier. Sólo debo decir a usted amable lector una cosa: el Filósofo, no es un paisaje humano aislado en nuestra tierra, es como todos los abuelos de Güémez, sabios por derecho propio... una enseñanza permanente de vida.
El viejo campesino de allá mesmo, es un ejemplo vívido de celebrar la existencia diaria con amor y fe; de aprender a sentir el anhelo de volar; de dar las gracias por el milagro del nuevo amanecer; de saber que todos los días la vida tiene una oportunidad para aquel que sale a su encuentro.
El Filósofo, es buen conversador y mejor oyente, siempre está atento a percibir los mensajes de su corazón, alienta a todos, muestra simpatía por sus opiniones, es generoso en los reconocimientos, abundante en los aprobaciones; llena al visitante de atenciones, haciéndolo sentir en casa; ha aprendido de los abuelos del pueblo la humildad, será porque "se requiere demasiada inteligencia para ser [...humilde]." 1
Pues atraídos por la fama del filósofo, llegan a Güémez tres extranjeros: un italiano, un francés y un gringo; después de preguntar en la Presidencia Municipal por él, llegan a su domicilio, en donde éste, plácidamente gozaba del más bello atardecer, con una puesta de sol espectacular, acompañada de la más bella sinfonía producida por las aves de la región: urracas, cotorros, golondrinas, jilgueros, tortolitas, canarios, palomas, chinchos.
Como buen anfitrión el Filósofo los invita a pasar, y solicita a su "vieja" les obsequie una taza del exquisito café "caracolillo", que sólo en Güémez se sabe preparar, obviamente acompañado del más suculento pan de la región, elaborado artesanalmente por las manos prodigiosas de don Lencho.
Para los visitantes las horas se pasaron volando, por la amable e ingeniosa plática del viejo campesino, de repente, uno de ellos saca el tema de ¿qué habían hecho la noche anterior?:
- Anoche, le di masajes a mi esposa -comenta el italiano- con el aceite de oliva más espectacular que ustedes puedan haber conocido, era tan fino, que la excitó para que luego hiciéramos el amor apasionadamente... La hice gritar durante dos minutos.
- Anoche, le di masajes a mi mujer -dice el francés- con un afrodisíaco aceite perfumado, era tan especial que inmediatamente hicimos el amor. La hice gritar durante cinco minutos.
- Anoche masajear a mi mujerrr con lavanda -dice el gringo-, además que es altamente relajante, tiene un aroma a campo, es tan fresco que excitó a mi mujer para que hiciéramos el amor... no creer ustedes, pero hacerla gritaur durante diez minutos.
Toca entonces el turno al filósofo, los visitantes esperaban su ingenioso comentario y dice:
- Anoche le di masajes a mi esposa, usé medio kilo de manteca de puerco, le acaricié una a una todas las partes de su cuerpo con la manteca, luego hicimos el amor. La hice gritar durante ocho horas seguidas.
El italiano, el francés y el gringo, al unísono, asombrados le preguntan:
- ¿Ocho horas?
- Y, ¿qué hacer para que gritar durante ocho horas seguidas?
- ¡Me limpié las manos en las cortinas!
1.- http://www.jiddu-krishnamurti.net/es/la-libertad-primera-y-ultima/la-libertad-primera-y-ultima-12
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