La homofobia en el siglo XXI
Aunque en términos generales la humanidad muestra un mayor respeto a la individualidad y a las preferencias personales, aún queda mucho por hacer, sobre todo en lo que se refiere al tema de la diversidad sexual, renglón en el que México muestra un grave rezago que urge atender.
“¿Ya viste al jotito que sale en el programa de medio día?”, preguntó Roberto, de 45 años, a Carlos de 60. Éste respondió: “Ya lo vi. ¡Cómo me cae gordo ver a tanto maricón en la tele! Pareciera que a fuerza todos los programas tienen que poner a una loca en pantalla para elevar el rating”.
Comentarios como el anterior son aún comunes en nuestro país. El panorama se muestra incongruente, pues por un lado los medios de comunicación otorgan nuevos espacios a la gente identificada con una sexualidad distinta a la ‘tradicional’, lo cual pareciera signo de mayor apertura, pero por el otro sobran discursos como el de Roberto y Carlos, e igualmente otros que en apariencia externan simpatía son despectivos al subrayar que alguien es gay por encima de cualquier otra característica de su personalidad.
Asimismo, cuando tal o cual personalidad de la farándula ‘sale del clóset’, le sobran muestras de apoyo y aplausos por su ‘valentía’; la audiencia incluso manifiesta su aprobación en caso de que la celebridad anuncie que planea casarse o tener hijos. En contraste, si en la cotidianeidad llegan a enterarse de que el nuevo profesor de la escuela o la instructora de piano de alguno de sus hijos es ‘del otro bando’, de inmediato surge la inquietud y el súbito intercambio de opciones para mover a su pequeño de institución, o presionar para que corran a esa persona “peligrosa”.
¿Cuál es entonces el panorama respecto a la diversidad sexual en México? ¿Es la homofobia un tema superado? Lamentablemente, la respuesta es ‘no’.
RECHAZO DISFRAZADO
2012 es un año transicional para la cultura homosexual en territorio mexicano. Los sitios manifiestamente gays proliferan por todo el país. Política, espectáculos, deportes, sector salud, comercio, servicios y más: no existe un área en la cual no participe activa y efectivamente gente de preferencias sexuales distintas, ya sea homosexual, bisexual o transexual. Todo indicaría pues una convivencia pacífica. Mas no es así.
La televisión, el cine y la radio presentan de manera amañada a hombres y mujeres gays. Los retratan de forma grotesca, burlona, satirizándolos y exhibiéndolos como personas ‘diferentes’, chistosas y en ocasiones como ‘los malos’ del cuento. Esta manera de mostrar a quienes tienen preferencias no heterosexuales los estigmatiza, ridiculiza e impide su participación cordial con quienes tienen una orientación sexual distinta.
Por otro lado las redes sociales se han convertido en una herramienta para ejercer discriminación en el ámbito laboral, pues abundan las empresas que cierran las puertas a un candidato hombre o mujer al enterarse de que es gay, luego de espiarle a través de páginas como Facebook, lo cual nos habla de un delito de odio, de un acto de violencia. Algunas instituciones públicas y privadas han buscado estrategias para acabar con esas injusticias, pero hasta ahora todo esfuerzo ha resultado insuficiente.
¿A qué le teme el mexicano que detesta acercarse a un homosexual? A convertirse en lo que rechaza. La respuesta se apoya en los prejuicios infundidos durante la infancia. Y es que resulta indispensable que desde casa se reconozca la validez de la preferencia sexual ajena, sea cual sea ésta. Mientras en el hogar se agreda, burle o señale de manera despectiva a quien vive una sexualidad diferente, continuará la historia de desprecio hacia la diversidad.
Se requiere asimismo que las instituciones educativas, a partir del nivel básico y hasta el doctorado, asuman el reto de promover el respeto a la orientación erótica de cada individuo, sin imponer criterios encima de la libre determinación.
Sólo validando la sexualidad de los demás se facilitará el diálogo entre las personas de diferente ideología, promoviendo el entendimiento y la amistad.
DESECHE LA IGNORANCIA
Los prejuicios en contra de la diversidad sexual no tienen una base científica, sólo son mentiras repetidas con tal frecuencia que acaban por considerarse verdades. La homofobia surgida de la ignorancia hoy menos que nunca es justificable, pues por todos lados tenemos información al alcance y no debemos dejar que se hostigue a quien vive una sexualidad distinta.
Para combatir la visión errónea de la diversidad sexual es importante desechar mitos, reemplazándolos por algunos fundamentos en lo referente a las preferencias homosexuales:
1. De acuerdo a la Asociación Psicológica Americana, la orientación sexual es “una atracción constante hacia otra persona en el plano emotivo, romántico, sexual o afectivo”. Abarca desde la homosexualidad exclusiva hasta la heterosexualidad absoluta e incluye diversas formas de bisexualidad.
2. Ser gay no es una enfermedad mental. Se llegó a pensar que sí, pero desde 1973 la American Psichiatric Association reconsideró su postura luego de que se revisaron las pruebas aportadas en ese sentido y se concluyó que estaban viciadas de origen, eran tendenciosas y en algunos casos hasta maliciosas; por ello se eliminó a la homosexualidad del Manual de Trastornos Mentales de esta Asociación Psiquiátrica Americana. Tales acciones no fueron suficientes para acabar con las aseveraciones que descalifican a quienes disfrutan su erotismo de manera gay.
3. No existe evidencia de que los homosexuales tiendan a abusar de los niños. De hecho al investigar al respecto, se ha encontrado que en los abusadores hay una tendencia más elevada en personas heterosexuales. Entonces ¿pueden los gays ser padres o madres de niños propios o adoptados? ¡Claro que sí! Y de ninguna manera los pequeños ‘heredarán’ su orientación sexual, porque ésta no se elige ni se impone, se da en cada ser humano.
HACIA UNA VERDADERA ACEPTACIÓN
“Marimacha, machorro, joto, maricón”... estamos tan familiarizados con expresiones despectivas al referirse a alguien gay, que ni siquiera notamos que al repetirlas incurrimos en discriminación. Vivir con ideas preconcebidas impide el acercamiento. Rechazar sin dar a cada uno la oportunidad de expresar su manera de ver las cosas, favorece la intolerancia y la agresión.
Recordemos que “una casa dividida no prevalece”, así también un país encerrado en sus prejuicios no se desarrollará ni social ni económicamente. Nuestra actitud hacia la sexualidad personal y la de los demás debe convertirse en un ‘nosotros’ a fin de establecer puentes de comprensión, no distanciamientos.
Estamos en la pista de despegue de lo que puede llegar a ser un país próspero, donde el respeto a la diversidad sexual se convierta en un modelo a seguir. Trabajemos en ello.
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