Un hombre vestido de negro irrumpió en la semioscuridad de una sala donde se proyectan películas en un suburbio de la ciudad de Denver, Colorado, y comenzó a disparar, dejando 12 personas sin vida y al menos 50 heridos. El personaje que a querer o no se adueñó de la atención de los asistentes era James Holmes, estudiante de medicina de 24 años, dicen que no se esperó a ejercer su profesión, armado hasta las cejas, dice la nota, para masacrar a espectadores inermes que habían acudido a divertirse. Esto pasó en la tierra del Tío Sam. Se estrenaba la película el Caballero Oscuro, la leyenda que renace. Traía puesto un chaleco antibalas, una máscara de gases e iba armado con un fusil, una recortada y dos pistolas, total un verdadero arsenal. (más que Batman se sentía un Rambo). Una tragedia más que añadir al luctuoso historial de la Segunda Enmienda, la cláusula constitucional que ampara el derecho de los ciudadanos americanos a poseer armas de fuego. Los inocentes espectadores jamás imaginaron que iban a participar en un traumático evento, en vivo y a todo color.
Acá en la capital de los pasos a desnivel, un menor que acudió con su padre a un Cinépolis fue alcanzado por una bala en la cabeza disparada, se dijo en un primer momento, dentro de la sala de proyección, en plena función. Se cometieron serias anomalías por parte de la empresa, tanto en el manejo del herido, que pudo provocarle la muerte, lo que ocurrió días más tarde, como en el aseguramiento del o los responsables. Incapaces de demostrar preocupación alguna por lo sucedido, siguiendo con la exhibición, se dice, de la película como si no hubiera pasado nada y sin participar el hecho a las autoridades del ramo. El jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, ordenó un operativo en el área donde ocurrió el lamentable hecho en busca del arma y de ser posible dar con el responsable del hecho de sangre. No se sabe hasta el momento el resultado de la indagatoria. Hay deficiencias evidentes como que si la bala siguió una trayectoria y después que fue otra; que la bala salió de una pistola de calibre equis para luego aseverar que no.
Hubo una versión, luego otra diferente acerca de si la bala llegó de frente o de arriba hacia abajo. Los especialistas en balística que se consultaron llegaron a la conclusión de que ambas hipótesis carecen de sustento eliminándose una a la otra y a la inversa. Véase si no, cuando una señala que quien disparó lo hizo a unos metros de la víctima mientras que la otra pretende convencer que la bala cayó del cielo. Esto debió determinarlo la necropsia, sin lugar a dudas, lamentablemente no la tenemos a nuestro alcance.
En otro orden de cosas, la Procuraduría capitalina informó que un empleado de mantenimiento de la sala entregó 16 elementos o que cabe suponer, corresponden a ojivas de cartuchos percutidos que fueron a parar a la sala o se quedaron atrapados en la parte superior del inmueble. De esto hay una foto que traen los medios que no está del todo nítida, ignorándose si son cartuchos u otra cosa diversa. El empleado debió llamar al MP para recoger la evidencia, pues de otra manera carecen de valor probatorio.
A menos que se encuentre al o a los autores del ilícito, en cuyo caso habrá que conocer su versión para saber más sobre este asunto, mientras aflorarán más dudas que certidumbres. Antes en un cine había tranquilidad y orden, hoy parece que se han perdido. Donde las multitudes dan lugar al anonimato y a la impunidad a menos que las autoridades encuentren un chivo expiatorio o sea un cabeza de turco que cargue con la culpa.
Los métodos modernos de investigación llegan al grado de convertir a un elefante en un conejo. Y no es por que los encargados no sepan hacer su trabajo sino porque se enfrentan a grupos de poder político o económico. Pero ¿qué hay detrás de todo esto? Un asesinato sin ninguna razón ¿sólo porque son protegidos y están a salvo de un castigo? En fin, ¿tendremos que esperar a que la Justicia divina haga su trabajo?