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La lectura más allá de la pose

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La lectura más allá de la pose

La lectura más allá de la pose

Juan Manuel Torres Vega

¿Quién dice que leer es un hábito exclusivo para unos cuántos? En efecto, son muy pocos los que se benefician de esta actividad y hacen de ella parte esencial de su rutina. Pero la lectura abre sus puertas a todos, y comparte en cada página múltiples beneficios.

La utilidad de la lectura se identifica principalmente en el aprendizaje, a través de libros. Lamentablemente, en México antes que leer se prefiere ver televisión, descansar, reunirse con amigos o familiares, escuchar música y practicar algún deporte.

Cierto que el siglo XX mostró una transición significativa para nuestro país, pues hemos pasado de un 80 por ciento de población analfabeta a un 92 por ciento que sabe leer y escribir. Pero aún nos estamos perdiendo de mucho.

Casi cuatro de cada 10 niños de América, en el tercer grado de primaria, están por debajo de los requerimientos mínimos para realizar una lectura de comprensión. Y alrededor de la mitad de los estudiantes con 15 años de edad son incapaces de identificar la idea principal en un texto o de compararlo con un conocimiento externo.

Por otro lado, el estándar internacional de la UNESCO señala una lectura promedio de 25 libros por año... pero en México la estadística es de apenas tres. En Coahuila ¡menos de uno (0.8) al año!

¿Quiénes leen más? Los jóvenes entre 18 y 22 años (promedio anual de 4.2 libros), las personas con mayor nivel de escolaridad (5.1), y la población de niveles socioeconómicos medio-alto y alto (7.2).

Más allá de las cifras y de la imagen que a través de ellas podamos proyectar como una nación no lectora, carecer del hábito de lectura nos está afectando de numerosas maneras en lo individual y como sociedad.

IMAGÍNATE...

Decir que “leer es sólo una pose” es erróneo y un mal pretexto para no hacerlo. En realidad se trata de una experiencia que proporciona múltiples beneficios: incrementa el vocabulario del individuo y mejora su habilidad para escribir. Aumenta la información disponible y permite el manejo de ideas cada vez más complejas. Fortalece la lectura de comprensión y expande el horizonte acerca de lugares, sucesos y gente. Presenta una realidad problemática para todos y motiva la construcción de alternativas para solucionarla. Ofrece una opción que permite desacelerar el ritmo de vida, disfrutarla y conocerla desde una perspectiva diferente. Mantiene la mente activa y disminuye los niveles de tensión. Impulsa el pensamiento crítico. Ayuda a jerarquizar las metas y actividades, y facilita la toma de decisiones. Enriquece la concentración y cimenta la autoestima. Practica la disciplina del autocontrol y contagia la creatividad. Aporta temas de conversación y cultiva la capacidad de admirar. Coloca en diferentes perspectivas y previene el aburrimiento. Da claridad a los pensamientos y respeta el ritmo particular en el avance. Multiplica las asociaciones mentales y consolida al experto en su área de interés. Advierte sobre los errores y contiene sus consecuencias. Regala sorpresas y convierte una crisis en un cruce de posibilidades. Lleva al encuentro con uno mismo y ensaya el contacto con los demás. Aporta calidad a la existencia y, considerando todo lo anterior, puede llegar a transformarla (si no es que ya lo hizo, aun sin que la persona se diera cuenta).

La lectura es un privilegio del animal humano, un regalo divino y un tesoro para todos. Es un bálsamo para el individuo en su cuerpo y mente, y para todas las áreas vitales. Los lectores son creativos, pues diseñan con la originalidad del artista cada escenario, situación y personaje; protagonizan, junto al autor, la historia que se narra o el tema que se aborda; son beneficiarios directos y semillas para esparcir la riqueza en sus diferentes ámbitos de influencia.

EN CUALQUIER MOMENTO

Toda etapa de la existencia ofrece la oportunidad de iniciar, retomar o reforzar la experiencia de leer, aunque resultan significativas la niñez, la adolescencia y la adultez en plenitud. Las dos primeras tienen la motivación que brindan la familia y la escuela, especialmente cuando los propios padres y maestros son lectores, cuando hay títulos disponibles en la casa y en la biblioteca, cuando se pone el acento en el placer de la lectura y se aligera la carga de la obligación. La tercera brinda el tiempo como disponibilidad y como sabiduría, para encontrar los momentos propicios y los temas precisos.

Cada día es ocasión para leer, tanto en los instantes (de la fila o la sala de espera) como en los horarios (temprano en la mañana o en la cobija de la noche).

La dificultad se ubica en el arranque, mas puede superarse con un ‘pequeño empujón’ (nudge, en inglés) por parte del acompañante, sea familiar, docente, amigo o compañero. Luego de inaugurar el gusto, es prudente permanecer al margen y respetar al neófito en sus tiempos, temas, estilo y nivel de aprovechamiento. Viene enseguida el momento de estar alerta y disponible, pues la veteranía suele requerir de un cauce para lo leído, un interlocutor para expresar lo que va llenando el interior de la persona. Integrarse en un círculo de lectores es formalizar el vínculo con los libros, asegurar un tiempo para departir y degustar con los demás, abrir la vida para seguir creciendo. Finalmente, llega la oportunidad de contagiar a otros a través del ejemplo o el testimonio, de la aceptación de la pregunta simple, “¿qué estás leyendo?”, y de la sutil invitación que emana del texto dejado ‘por error’ en el buró o sobre la mesa. El ciclo del lector se cumple en cualquier parte o circunstancia. Señala las etapas de la atracción, el enamoramiento, la madurez y la entrega plena a vivir desde las letras.

Leer vale la pena, y aún más disfrutar del placer de la lectura. La oportunidad está aquí, a la espera.

Correo-e: juanmanuel.torres@iberotorreon.edu.mx

Fuentes: Encuesta Nacional de Lectura (Conaculta, 2006); Panorama educativo 2010: desafíos pendientes. Proyecto Regional de Indicadores Educativos de la Cumbre de las Américas (UNESCO, SEP y OEA, 2011).

Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído.

Jorge Luis Borges, escritor argentino (1899-1986)

Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía.

John F. Kennedy, político estadounidense (1917-1963)

Las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río. Si están allí es para que podamos llegar al otro margen, el otro margen es lo que importa.

José Saramago, escrito portugués (1922-2010)

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