La mayor parte del debate actual sobre la seguridad pública en México gira en torno a la violencia relacionada con el tráfico de drogas y a las organizaciones criminales. Esto tiene sentido debido a la extrema conmoción en la opinión pública causada por la rápida escalada de la violencia a partir de 2006. Los analistas luchan por obtener datos precisos sobre los homicidios a fin de evaluar las tendencias. Es de esperar, hay un intenso debate político sobre estas cuestiones.
Junto con el debate acerca de la violencia hay una conversación más tranquila y más fragmentada acerca de los efectos de la "guerra" del gobierno contra la delincuencia organizada en la evolución de la democracia en México y de las instituciones estatales. He leído relatos sobre la reciente disminución de la violencia en los casos de Tijuana y Juárez que plantean preguntas interesantes. ¿Es la disminución el resultado de los esfuerzos del gobierno o una organización criminal específica derrotó a sus rivales o negoció una tregua que produce un equilibrio más estable? ¿O es una combinación de estos factores?
Las preguntas nos invitan a reflexionar sobre la manera en que las agencias gubernamentales y las organizaciones delictivas interactúan en determinadas maneras para dar forma a la evolución del Estado. Este es un proceso en curso en muchos países. Vanda Felbab-Brown, de la institución Brookings, llama a este proceso "competitivo estado de decisiones". La idea básica es que las agencias gubernamentales compiten con los poderes fácticos, incluidas las organizaciones criminales, por las reglas del juego respecto a cómo funcionará el Estado. El proceso es especialmente volátil en la configuración de las actuales transiciones políticas y económicas.
La comunidad académica colombiana desarrolló un campo de "violentología" en la década de los 80 y 90 y éste produjo una valiosa labor. Desde entonces, su agenda se ha desplazado para estudiar las formas en que los diferentes tipos de grupos insurgentes y criminales han evolucionado con el tiempo en una estrecha interacción con las estructuras gubernamentales. Un libro útil es Y refundaron la patria... De cómo mafiosos y políticos reconfiguraron el Estado colombiano, de Claudia López Hernández.
Un concepto central en este libro es la reconfiguración cooptada.
La idea es que los actores legales e ilegales colaboran con los agentes del Estado con el fin de cambiar la Constitución, las leyes y los decretos desde el interior del Estado de maneras que benefician específicamente tanto a los actores legales como a los ilegales. Un ejemplo es el cambio en las leyes que hacen más fácil legalizar las transferencias de tierras que se produjeron en circunstancias cuestionables.
Voy a mencionar sólo tres de las muchas ideas interesantes en el libro. En primer lugar, los grupos de autodefensa fueron en general más exitosos que los grupos insurgentes, como las FARC, para penetrar en el Estado, en parte debido a sus interacciones cercanas con los terratenientes y los intereses conservadores.
Segundo, la reforma electoral y la descentralización política hizo que fuera más fácil para los grupos delictivos penetrar y controlar incluso a los gobiernos municipales y proyectar su influencia a nivel nacional. En tercer lugar, en muchos casos, las élites políticas establecidas se acercaron a las organizaciones criminales para formar alianzas. Incluso entonces, las élites políticas mantuvieron un margen de maniobra y la autopreservación.
México difiere de Colombia en aspectos importantes, y no trato de forzar una comparación. Muy simplificada, sin embargo, hay una dinámica compartida en ambos países. Las organizaciones criminales violentas surgen como poderes fácticos en medio de transiciones fundamentales económicas y políticas. Las organizaciones criminales son dinámicas y flexibles y buscan alianzas en la economía y el sistema político. Por su parte, algunos intereses de la economía y el sistema político buscan alianzas con organizaciones criminales. Estas alianzas compiten con las agencias gubernamentales y partidarios de la democracia y elementos de la sociedad civil para configurar el Estado a medida que evoluciona en diferentes formas y lugares en el país.
Sólo podemos esperar que la terrible violencia en México esté comenzando a disminuir. Debemos esperar que las formas cambiantes de las instituciones del Estado se organicen en parte por la violencia. Una perspectiva dinámica que ve la "competencia" entre los intereses nos ayuda a evitar el pesimismo y a evaluar el cambio de manera más objetiva.