El ser humano tiene la constante necesidad de expresar sus ideas. Esto ha sido una característica muy particular de nuestra especie. Y lo apreciamos desde las pinturas rupestres en cavernas, como las de Altamira, en España. Que son aproximadamente del 1500-1000 a.c. Este afán de expresión ha sido causante del agrupamiento de pensadores y también de ruptura. Como lo ilustra el movimiento Impresionista. Alrededor de 1850 la pintura en Francia tenía el afecto y admiración de un público muy amplio. Por ello, la reputación de un pintor dependía en gran parte de qué tan refinadas eran sus pinturas y si concordaban con la tradición de la Escuela Clásica.
Pero hubo una tercera oleada pictórica revolucionaria en Francia. Encabezada por Edouard Manet, quien junto con otros pintores como Monet, Pissaro, Renoir, Degas, Berthe Morisot, Mary Cassatt, entre otros. Inundaron de luz las salas de exposición de París. Su ideología acerca de la pintura era clara. Salir de los estudios y tomar de la realidad un instante, para plasmarlo en el lienzo. Con estas ideas se alejaban del "deber ser y tener que" de los paradigmas de la Escuela Clásica dominante.
Esta fragmentación se debió en parte a la invención de la cámara fotográfica y a una comercialización más práctica de tubos de pintura. Pero lo que el movimiento significó fue más allá de los muros de los Salones de Exposición. Fue un cambio de pensamiento y de perspectiva, tanto artística como ideológica. Y como es de esperar, este cambio de ideas trajo consigo el descontento y la crítica destructiva de aquellos que consideraban al movimiento como una agrupación nefasta. Cabe mencionar que el término impresionismo deriva de una crítica que se publicó en un periódico, donde de manera despectiva y refiriéndose a un cuadro de Monet, llamado Impresión Sol Naciente, da a entender el autor que este grupo de pintores no tomaban en serio la pintura, sino que sólo tenían la impresión de lo que hacían.
Este tipo de acciones y que varias de sus exposiciones hayan sido hechas en el Salón de los Rechazos nos indica el grado de hostilidad con que era tratado su trabajo.
Por otra parte, las pinturas en su técnica, una pincelada rápida y que emulaba acción dentro de la obra, así como los temas elegidos vistos como novedosos, atraía la atención de los espectadores. Aunque a los críticos del arte les pareciera "escandaloso" e incluso "inmorales".
Además del cambio de mentalidad acerca de la pintura, y las nuevas técnicas que venían acompañando al impresionismo, como salir de los talleres de pintura a un espacio abierto y dedicarse a pintar ahí, incluso hay conjuntos de obras que era el mismo lugar, pero que fueron plasmados en diferente hora del día. Por lo cual se convertían en cuadros diferentes. Esto va contra la comodidad del taller y la practicidad. Pero es lo que le da al movimiento la frescura de su material.
El tiempo cambia los ojos con que se ven las cosas y al hoy por hoy. Las pinturas impresionistas son unas de las obras más placenteras y agradables de ver. Sus colores hacen de la experiencia perceptual una verdadera sensación de movimiento y hay un sentimiento de no ser sólo espectador, sino ser parte de la dinámica del cuadro.
El movimiento impresionista es un ejemplo de cómo son los cambios, tanto los personales como en la sociedad, y es interesante conocer estas dinámicas porque al mismo tiempo conocemos al hombre mismo.