La crisis financiera de 2008 en Estados Unidos (EU) y la subsecuente crisis de deuda soberana en Europa obligaron a la Reserva Federal (Fed) y al Banco Central Europeo (BCE) a utilizar las políticas monetarias tradicionales y, además, improvisar herramientas heterodoxas por varios años.
No obstante, las medidas aplicadas hasta fines de agosto no habían dado los resultados deseados. El desempleo sigue por encima del 8 por ciento en EU y las dificultades de deuda soberana agobian ahora a varias economías europeas, amenazando la misma sobrevivencia de la moneda común, el euro.
Ello explica la más reciente ofensiva de ambos bancos centrales, que al haber agotado el uso de su instrumento tradicional, la tasa de interés de corto plazo, incursionaron todavía más adentro en los terrenos inexplorados de las medidas heterodoxas.
Al entrar en este territorio desconocido, según lo reconoció el Presidente de la Fed, Ben Bernanke, en su discurso en el Simposio Económico de Jackson Hole el 31 de agosto pasado, "los banqueros centrales en Estados Unidos y otras economías avanzadas…. han estado en el proceso de aprender mientras están actuando."
El BCE fue el primero en recurrir a la artillería heterodoxa cuando el 6 de septiembre anunció que llevaría a cabo lo que denominó Operaciones Monetarias de Compraventa, consistentes en la compra ilimitada de deuda soberana con vencimientos entre uno y tres años en los mercados secundarios.
Estas operaciones, que de hecho convierten al BCE en prestamista de última instancia, están sujetas, además, a la condicionalidad de un programa de ajuste macroeconómico o precautorio, aprobado por los fondos de rescate europeos y la participación del Fondo Monetario Internacional.
Con el fin de evitar presiones inflacionarias, el BCE anunció que la liquidez generada por estas operaciones será esterilizada totalmente. La activación de este mecanismo se hará cuando lo apruebe el Consejo del BCE y finalizará una vez alcanzados los objetivos del programa condicional o en caso de que éste se incumpla.
Estas operaciones procuran aumentar el precio y reducir el rendimiento de los bonos soberanos de países como España e Italia que, recientemente, observaron un alza notable en las tasas de interés exigidas por los inversionistas para adquirirlos.
La respuesta inmediata de los mercados se tradujo en un desplome de las tasas de interés que pagan esas naciones, por lo que, en un principio, la medida pudiera tener éxito aún sin que, en la práctica, el BCE haga compra alguna de bonos.
En este lado del Atlántico, la Fed anunció el 13 de este mes una serie de medidas de estímulo monetario, entre las que destaca lo que la prensa ha llamado un tercer paquete de relajamiento cuantitativo (QE3), para inyectar liquidez en la economía de EU y mejorar las condiciones en el mercado laboral.
Específicamente, la Fed inyectará 40 mil millones de dólares mensuales en la compra, con emisión primaria de dinero, de valores respaldados por hipotecas y continuará, hasta el fin de año, su programa de compra de valores de largo plazo y venta de los de corto plazo, así como la reinversión de los pagos del principal de los valores respaldados por hipotecas adquiridos previamente.
Las autoridades monetarias de EU fueron, así, más osadas que en ocasiones anteriores, puesto que mantendrán estas acciones hasta que las perspectivas del mercado laboral mejoren sustancialmente y, además, extendieron nuevamente, ahora hasta mediados de 2015, el periodo en que es muy probable que mantenga la tasa objetivo de fondos federales en niveles excepcionalmente bajos.
Los mercados financieros reaccionaron positivamente ante los anuncios del BCE y de la Fed, mientras que el fortalecimiento del euro y de las monedas de países emergentes como el nuestro frente al dólar se debió a que el BCE esterilizará las compras de bonos, mientras que la Fed inyectará más circulante en su economía.
Los bancos centrales han hecho su tarea, comprando algo de tiempo y dejando ahora en manos de los políticos hacer los cambios que permitan salir en definitiva del atolladero actual.
En el caso de EU se trata de desactivar la amenaza del abismo fiscal, ésto es, la desaparición brusca de los estímulos fiscales a fines de año, así como de darle un respiro adicional a su economía.
En el caso de Europa significa que los países deudores cumplan sus programas de ajuste, mientras al mismo tiempo se avanza en la unión bancaria, el respaldo conjunto de las deudas sobernas y la unión fiscal.
Los retos se antojan más fáciles para EU que para Europa, donde las tareas pendientes son bastante más complicadas y pudieran encontrar mucha resistencia social y política. Lo cierto es que no hemos visto, por mucho, el final de esta historia.