De acuerdo a varias instituciones estadounidenses vacacionar en México resulta hoy en día una de las actividades más riesgosas para los turistas.
Hace apenas un mes el departamento de Estado norteamericano advirtió a los ciudadanos de no viajar a 14 de las 32 entidades mexicanas mientras que esta semana la Dirección de Seguridad Pública de Texas fue más lejos al exhortar a los jóvenes a no visitar las playas de México durante el llamado "spring break" cuando miles de universitarios las toman por "asalto".
Por si fuera poca la empresa consultora Strategic Forecast (Stratfor) emitió una alerta sobre los peligros que representan los centros turísticos mexicanos ante el aumento de la violencia producto del narcotráfico.
Si bien es cierto que los turistas no son el objetivo de los narcos, existen posibilidades de que los viajeros puedan encontrarse en un fuego cruzado o en una situación de violencia, precisa la empresa consultora.
Cita a varios centros turísticos como zonas riesgosas, en primer lugar a Acapulco y le siguen Cancún, Cozumel, Puerto Vallarta y Mazatlán.
El único que se salva de la advertencia es Cabo San Lucas a quien consideran seguro gracias a la caída del Cártel de Tijuana y a sus nexos con los capos colombianos.
En medio de este panorama y sin conocer a ciencia cierta todas las advertencias, este periodista partió el jueves primero de marzo de Tijuana con rumbo a Puerto Vallarta, por cierto en un vuelo placentero y muy económico de una aerolínea de bajo costo.
La primera sorpresa fue encontrar el aeropuerto de Vallarta atiborrado de turistas de todas las edades que iban y venían por los pasillos, algunos en pleno arribo mientras otros realizaban las últimas compras antes de regresar a su lugar de origen.
La primera noche decidimos con nuestra compañera de travesía permanecer en el hotel, veníamos rendidos del viaje y quisimos ser precavidos ante un posible asalto o fuego cruzado en algún antro local.
Al día siguiente emprendimos un tour por varios poblados del sur de Vallarta que dio inicio en Boca de Tomatlán, un pueblo pesquero en donde el tiempo parece haberse detenido y que nos hizo recordar el Kino Viejo de los años setenta, allá en el litoral sonorense.
Luego visitamos un exuberante jardín botánico y más tarde, en el poblado de Tuito, saboreamos un queso panela con guacamole en tortillas de maíz recién hechas para después recorrer la plaza, el palacio municipal y sus atractivos murales con la historia de México.
Junto a otros diez turistas disfrutamos en serio la excursión que incluyó la degustación de tequila y un licor de nombre raicilla, una rica comida en un restaurante campestre y finalmente un recorrido por el centro de Puerto Vallarta.
El grupo lo integraban una pareja de Victoria, Canadá; una familia de Manitoba, también Canadá; un matrimonio de Michigan, Estados Unidos; dos chicas de Holanda, el guía jalisciense y dos mexicanos .
Todos ellos hablaban maravillas de sus vacaciones y nadie mencionó algún hecho de violencia.
Dos días después abordamos una lancha rápida para observar las ballenas que en esta temporada llegan a la región a aparearse y reproducirse. Más de 30 turistas de diversos países disfrutamos este maravilloso espectáculo y la puntual explicación de una experta bióloga de nacionalidad inglesa. Esa mañana tampoco escuchamos nada negativo sobre México y Puerto Vallarta.
Más tarde recorrimos el vasto malecón, recién remodelado, así como el mercado municipal y la zona comercial de la ciudad. Los únicos gritos que escuchamos fueron de vendedores que hacían hasta lo imposible por atraer a los turistas.
Regresamos a casa luego de cuatro días con la sensación de haber reencontrado a ese México rico en cultura, bellezas naturales y calor humano. Es cierto la violencia y la inseguridad son reales en nuestro país, pero al menos en este centro turístico lo que encontramos fueron caras sonrientes, manos amigas y una atención de alta calidad.
Las alertas junto a la crisis económica afectan sin duda la actividad turística mexicana. En Puerto Vallarta la ocupación hotelera anda sobre el 50 por ciento cuando debería ser del 80 al 90 por ciento. Alguien tiene que defender a México de estas maniobras con evidentes intereses políticos y comerciales en donde finalmente todos perdemos con excepción del crimen organizado que gana notoriedad, más espacio y publicidad en los medios de comunicación.
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