Se ha dicho por todos lados, las cosas en Coahuila están ahora de la patada. Lo que no es preciso es que esto no es de ayer ni de hace unos meses; esto está muy mal desde hace años, lo que pasa es que no se había generalizado.
Las cosas están mal en Coahuila porque Torreón sufre del desamparo de las autoridades desde hace seis años, justo cuando iniciaba el sexenio de Felipe Calderón, empezó la escalada de violencia no vista desde tiempos de la Revolución. Justo corría el año de 2006 y los albores de 2007, cuando acontecieron los primeros levantones y desaparecidos. El cenit vino cuando ocurrió el atentando al empresario Carlos Herrera Araluce, en un ya distante domingo 13 de mayo de 2007. Personajes de distinta índole, hasta connotados policías de carrera sufrieron también letales atentados. Los delitos de secuestros se convirtieron en el pan nuestro de cada día, y todo eso ya pasaba en La Laguna, ya pasaba por lo tanto en Coahuila.
Sin embargo, como ha sido siempre, pero más ahora, el desdén perenne de Saltillo hacia la Comarca Lagunera se acentúo como nunca. Además, en esos años gobernaba municipalmente Torreón el PAN, así que la estrategia de entonces fue la creación de una red clientelar con objetivo electorero, mientras en la arena pública se dedicaban a dinamitar al gobierno del alcalde de aquel entonces, José Ángel Pérez. Que tema aparte, por torpeza política contribuyó a que los Moreira consiguieran su objetivo, pero esa es otra historia, lo cierto es que el gobierno del profesor Humberto Moreira destinó millones y millones de pesos al reparto de tinacos, pintura, uniformes, medicinas. Incluso hasta dinero, a través de la célebre Tarjeta de Gente. La megadeuda que ahora vivimos, se creó en parte por esas políticas populistas sin duda, pero eficaces a la hora de colectar votos.
Con las condiciones antes descritas y el destape de los grupos criminales a través de muchos estados en el país, La Laguna fue tierra más que fértil para que la delincuencia organizada campeara sin mucho reparo por estos lares: al Gobierno estatal poco le importaba; su recelo y odio al panismo iba mucho más adelante que cumplir con su encomienda legal: brindar seguridad patrimonial y personal a sus gobernados.
Los terribles atentados contra parroquianos en bares de la ciudad y hasta en quintas privadas, donde murieron asesinados decenas de inocentes, eran noticia de apenas un día, pero nuevamente la mayor sangre se escurría en Torreón, así que el Gobierno del Estado seguía haciendo como que hacía. En los hechos, muy pocos resultados se tenían. Los años pasaron y las cosas se fueron recrudeciendo, y lo que resultó mucho peor, extendiéndose por todo el territorio coahuilense.
Ocurría el proceso electoral de 2011 y con él se destapaba el asunto de la deuda ilegal que el poder ejecutivo a través de sus dependencias, habían contraído. Habilidosamente, el moreirismo sorteó las elecciones, utilizando a Jorge Torres como gobernador sustituto, para aquello de evitar que la estafeta se la pasaran entre hermanos.
En ese ínter, se fraguó todo el teje y maneje para la legalización de miles de millones tomados tramposamente y además les alcanzó para el triunfo en los comicios con comodidad. Son embargo, la caja de Pandora estaba ya abierta.
Rubén Moreira ascendió al poder con un estado financieramente devastado. Y ya sin las carretillas de billetes, su margen de maniobra no era remotamente cercano al que tuvo su hermano. Además, el cáncer de la inseguridad ya se había incubado en todo el Estado.
Las últimas semanas han sido peor que una novela de terror: del penal de Piedras Negras se fugan 132 reos por la puerta principal; en Torreón el nuevo atentado público es en un cementerio a la hora de un sepelio justo a un lado del campo militar; un accidente - aquí es una desgracia por obra del destino, pero no deja de ser trágica- les arrebata la vida a 16 personas en un ejido de la Comarca Lagunera; Acuña es el sitio donde es ultimado José Eduardo Moreira, sobrino del gobernador e hijo del exgobernador y expresidente nacional del PRI. Y se remata con el abatimiento fortuito de Heriberto Lazcano, líder de uno de los cárteles más importantes y sanguinarios de México.
El escenario es funesto para Rubén Moreira, un estado quebrado y asediado por la violencia. Cada vez se cruzan más las apuestas de que quizá no termine su sexenio, ya que los gobernadores priistas volverán a tener jefe, ahora que Enrique Peña asuma la presidencia de la república. La especulación es que Peña va a encontrar a la tierra de Ignacio Zaragoza y Venustiano Carranza hecha un polvorín, y quizá la denomine como la oveja negra de los estados con gobernadores priistas y tal vez decida dar un golpe de timón para revertir lo que ahora se vive en Coahuila.