Durango

La Rosilla, el lugar más frío del país

El frente frío 11 se sintió con intensidad en el punto considerado como el "refrigerador" de México.

El frente frío 11 se sintió con intensidad en el punto considerado como el 'refrigerador' de México.

El frente frío 11 se sintió con intensidad en el punto considerado como el 'refrigerador' de México.

Juan M. Cárdenas

El humo que sale de los fogones se mezcla con un frío que hiela la mezclilla, bofetea las mejillas y entume las manos. Estamos apenas sobre el punto de congelamiento. Hace buen rato que el sol se ocultó tras las montañas de la Sierra Madre Occidental y aunque la electricidad llegó hace meses al pueblo, esta noche de jueves los tejados y el camino se iluminan con la luz de la luna. Apenas es mitad de otoño y este rincón de Durango hace semanas que volvió a ser la región más fría del país.

La tienda del pueblo sigue abierta. A estas horas sus únicos clientes son los seis muchachos y el maestro de la telesecundaria que hicieron una fogata para calentarse mientras platican del evento que habrá al día siguiente, en el que médicos y enfermeras vacunarán a granel a todos los niños contra la gripa.

¿De qué más habrían de enfermarse en un lugar donde el invierno dura cuatro meses y la temperatura mínima alcanza los 21 grados centígrados bajo cero?

El poblado La Rosilla está como a 60 kilómetros de un camino de terracería que se pierde entre marañas de veredas, arroyos de agua helada y paisajes de película. Con poco más de 200 habitantes, es considerado como el punto que concentra desde hace años a decenas de periodistas e investigadores que llegan cada año para documentar el frío extremo que azota en este lugar.

Vivir así

Ismael Velázquez sale de su casa en los linderos del pueblo para tomar la temperatura mínima de la madrugada: cuatro grados centígrados bajo cero antes del amanecer. La sorpresa no es que en ese momento, las ocho de la mañana, el valor mínimo es de seis grados bajo cero; sino que solo viste una sudadera, cachucha y pantalón de mezclilla.

"Es lo normal para estas fechas. El frío va empezando, es que apenas es otoño", dice Ismael como si hablara de cualquier cosa.

De acuerdo a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) el poblado La Rosilla es el más frío del país, con temperatura mínima récord de 27 grados bajo cero. Desde hace 30 años, Ismael es el encargado de reportar día a día esos valores mínimos. Hay que mencionar que esta mañana hay partes del arroyo que están congeladas.

Dice que hay inviernos en que hasta los becerros se mueren a causa del frío y que en ese lugar la sequía se manifestó con la falta de nieve en la última temporada invernal. Pero tomar la temperatura y medir el grosor del hielo es solo pasatiempo para Ismael, en realidad trabaja transportando madera en el camión que tiene estacionado enfrente de su casa.

Alicia Veleta es de piel morena y cabello largo, calienta las tortillas de harina en su estufa de acero y leña para el desayuno del viernes, sonríe cuando se le pregunta cómo es la vida cotidiana durante el invierno en La Rosilla.

Dice que para lavar la ropa, bajan hasta el arroyo que bordea el pueblo y rompen el hielo para sacar agua y enjuagar las prendas; "es que imagínese estar calentando agua a cada rato. No se puede". Lo mismo sucede para lavar los trastes.

La mayoría de las casas de La Rosilla tienen acceso al agua potable que baja desde un manantial que está en el un cerro aledaño, pero los 18 grados centígrados de temperatura máxima que se alcanza en el invierno, no alcanzan para que se descongele el agua en las mangueras y la tubería. Duran semanas sin agua de la llave.

Alicia platica que las niñas del pueblo se tienen que bañar a jicarazos con agua "tibiada" y a un lado de la estufa a más tardar a las seis de la tarde, para que se les alcance a secar en el cabello; dice que si se duermen con el pelo húmedo, se les hace escarcha durante la madrugada.

El mismo camino que lleva a La Rosilla atraviesa el poblado como avenida principal; hacia el norte hay casas de madera, y una que otra de ladrillo, una de esas es la de Primitivo Nolasco, quien está sentado en un risco a un lado de su casa sintiendo los primeros rayos del amanecer.

Dice que en diciembre del año pasado se sintió tan intenso el invierno, que su hijo se enfermó y lo tuvo que llevar a un hospital de Parral, Chihuahua, donde le dijeron que el niño tenía los riñones "cuajados" por el frío.

Primitivo cuenta que el niño estuvo hospitalizado un mes pues además le detectaron un soplo en el corazón. Sin trabajo y con una cuenta de más de 30 mil pesos, tuvo que pedir ayuda en el área de Trabajo Social del hospital, donde le hicieron el descuento total para que dieran de alta a su hijo Yahir, de 18 meses de edad.

Sin terminar la primaria, con el aserradero del pueblo cerrado desde hace seis años y sin otra actividad laboral al alcance, Primitivo dice tener miedo de que su hijo vuelva a enfermarse porque el año pasado le adviertieron que no debe estar expuesto al frío extremo.

Noche helada

El trayecto a La Rosilla implica recorrer poco más de 300 kilómetros por carretera pavimentada, para luego comenzar el ascenso hasta el poblado desde la cabecera municipal de Guanaceví. Se trata de un camino de terracería que atraviesa ríos, barrancos, montañas y valles hasta ascender a dos mil 750 metros sobre el nivel del mar.

Llegamos de noche el jueves y no hace viento. Los pobladores se asoman por las ventanas para ver el paso de los fuereños y los perros ladran a los intrusos. La primer noticia al bajar del vehículo: estamos a cuatro grados centígrados. El frío cala a quienes no lo conocen de cerca.

Pero lo único frío en este pueblo que venera al Sagrado Corazón de Jesús, es el clima. Hubo familias que cedieron sus casas para hospedar y preparar comida para los visitantes; la Telesecundaria también habilitó su aula para albergar a más personas. La gente se acerca para preguntár qué se ofrece, para preguntar cómo estuvo el viaje.

Tenemos 90 minutos en La Rosilla y la temperatura ya es de un grado centígrado, aunque el cuerpo siente más frío. El fogón de la Telesecundaria calienta el aula y permite dormir un rato, solo hasta que el frío espanta el sueño; es hora de atizar la lumbre.

Son las tres y media de la mañana. Ya es viernes. El frío aprieta los pies y las manos. El termómetro ya marca cuatro grados centígrados bajo cero. El fuego cada vez dura menos dentro de la estufa. Parece que lo mejor es que amanezca y empezar la actividad lo más pronto posible para contar esta historia.

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