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La vieja escuela

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

En días tranquilos la gente dispone de más tiempo del de costumbre y ello me permitió reunirme con dos buenos amigos, con uno de ellos hacía años que no platicábamos.

El joven abogado Ernesto Mayoral, es un hombre entregado al estudio del derecho con el que me unen grandes e intensas afinidades. Me llamó para desayunar con su maestro y mentor, mi otro amigo Gerardo Sánchez Medinilla, abogado contemporáneo mío y compañero de algunas batallas universitarias.

Ambos son hombres de la vieja escuela. Ernesto se formó con Gerardo y él le transmitió muchos y muy buenos conocimientos. Por lo común ahora los jóvenes estudiantes de derecho prefieren formarse en despachos de nombres rimbombantes, en los que poco aprenden, pues rara vez pueden convivir con los viejos abogados, cabezas del despacho, que son los que verdaderamente saben.

Son despachos prestigiados que "maquilan" asuntos y pocas veces permiten que los nuevos se asomen a ellos. Así que éstos se van formando a la buena de Dios y, eso sí, presumiendo que trabajan en "un gran despacho".

La relación entre estos dos amigos es envidiable y me hizo recordar la que nosotros tuvimos, en nuestro tiempo, con mi querido Manuel García Peña, al que cuando menos Poncho, Luis y yo le aprendimos mucho de lo que ahora sabemos y practicamos.

Pero al mismo tiempo, Gerardo, trajo a la memoria algunos movimientos universitarios de los cuales él conocía los efectos, pero no sus causas, parte que me permití complementar.

Grata reunión para un día lerdo, como son los de Semana Santa, que espero repetir pronto, pues se quedaron muchas cosas en el tintero y debemos agotarlas.

Después de muchas vueltas y largas excusas, mi amigo Karim me entregó el último libro de su hermano Jorge Yamil Darwich Ramírez, mejor conocido en el bajo mundo como Emilio, que versa sobre lecciones básicas de sexología.

Tardé, por las causas mencionadas en acusar recibo de este texto que me parece ideal para los jóvenes de nuestro tiempo que tratan a su cuerpo, sexualmente hablando, como si no fuera de ellos.

Emilio explica en menos de doscientas páginas, desde las nociones biológicas naturales, hasta la "ética del sexo, amor, libertad y felicidad".

Pone así al alcance de los jóvenes nociones que son indispensables para saber qué y cómo hacer las cosas con seguridad, amor y placer.

No sé a cuántos jóvenes puede llagar a marcar u orientar este libro, pero tengo para mí que con uno solo que aprenda algo abrevando en él, ya habrá valido el esfuerzo de su autor.

Felicito a Emilio por este libro, que me demuestra también que de cuando en vez el Francés da buenos frutos.

 ADDENDA III

La tragedia del Titanic está cumpliendo cien años y dos acontecimientos sucedidos en aquel accidente me llaman poderosamente la atención.

Uno, es el del mexicano Manuel Uruchurtu, que dejó su lugar en una lancha de salvamento a una señora y a su hijo de brazos, a sabiendas de que lo más probable, como sucedió, es que él falleciera por el hundimiento. Ese acto de caballerosidad enaltece a quien lo realizó, pero también al pueblo mexicano.

El segundo, es que la orquesta del barco nunca dejó de tocar aunque el agua les llegaba a las corvas. Ellos seguían cumpliendo con su contrato de amenizar el viaje. El agua acalló su ejecución, pero quedó para la posteridad su ejemplo de cumplimiento del deber, a pesar de todos los pesares.

Por lo demás: Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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