En una sociedad de consumo como la nuestra, se encuentra uno con aseveraciones que han sido la base del consumismo “del status” o la sustitución constante o perpetua de productos, por ejemplo, desde principios del siglo pasado el Sr. Charles F. Kattering, director de los Laboratorios de Investigación de una importante empresa fabricante de vehículos automotrices, sostenía que la “clave de la prosperidad económica es la creación organizada de la insatisfacción, ” si todos estuviéramos satisfechos, decía, simple y llanamente ya no compraríamos las siguientes novedades. Imagínese a una población indiferente a los nuevos modelos de teléfonos celulares o de “tablets”, pues no, es casi inimaginable.
Investigaciones recientes y otras no tan recientes, expresan preocupación respecto a algunos efectos del consumo alimentado por la publicidad sobre la población, impactos negativos que para muchos economistas son males necesarios. “En Estados Unidos, la población se identifica tanto con las marcas que se ha hecho habitual poner a los niños nombres de marcas y modelos de artículos: en el año 2000, 353 niños se llamaron Lexus, 298 Armani y 269 Chanel” (Simms y Smith, op. cit.).
Otros impactos de la cultura consumista son los daños humanos mencionados por Robert E. Lane en su libro The Loss of Happiness in Market Democracies (La pérdida de la Felicidad en Democracias de Mercado); La depresión de los habitantes de los Estados Unidos se ha agravado, se ha triplicado en dos generaciones y multiplicado por 10 a lo largo del siglo pasado. Desde 1960 los divorcios se han duplicado, los suicidios de adolecentes se han triplicado, los delitos violentos se han cuadruplicado y el número de presos se ha quintuplicado.
Sin duda, el impacto más severo del modelo perverso de la acumulación económica asociada al consumismo, es el de la pobreza en el mundo, que se presenta principalmente en los países en desarrollo. La respuesta que se ha dado a este problema por parte de quienes más se benefician, ha sido destinar pequeños porcentajes de su riqueza. Son ayudan que mejoran efectivamente la vida de muchos de millones de personas, pero no dejan de ser dádivas. Estos aportes se definen como ayuda humanitaria, no como una deuda o responsabilidad de los que se enriquecen, por eso, existen países con millones de personas hambrientas que son necesarias para que existan otros que se dan el lujo de tirar la comida a la basura. El primer objetivo de Desarrollo del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas, consistente en reducir el hambre y la pobreza a un 50 por ciento para 2015 es un pendiente que no se va a cumplir.
El consumo sostenible entraña la necesidad y calidad de vida de los seres humanos. Qué significado tiene esto, quizá lo más aproximado es aquel consumo que garantiza el alimento, el agua e higiene, vivienda, energía, salud y educación escolarizada. Sin embargo, para las personas que viven en pobreza nada de esto es alcanzable, es un espejismo que sólo se puede volver una realidad a través de un crecimiento del consumo de recursos naturales, lo cual cada vez es menos probable que esto ocurra debido a la pésima gestión que se hace de éstos, incluyendo una baja eficiencia. El nivel sostenible de aprovechamiento de los recursos naturales ya fue rebasado. Qué opciones quedan entonces, no se puede de ningún modo negar el derecho que toda la gente tiene de vivir con calidad y con las necesidades mencionadas cubiertas. Aunque resulte un discurso desgastado es imprescindible que se mejore por un lado la eficiencia en el uso de los recursos naturales y por el otro, que aquellos que por ser ricos tienen una gran huella ecológica, consuman menos recursos y liberen espacios para quienes no lo tienen.
Que lo antes dicho es muy poco probable o que su posibilidad es limitada lo acepto. Sin embargo, como han dicho algunos la solución puede estar dentro del problema. Ahora sabemos, que científicamente se ha comprobado que la correlación entre mayor bienestar y mayores ingresos desaparece en el punto en el que los ingresos cubren las necesidades materiales básicas.