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Sergio Sarmiento

Qué bueno que este año ya no estamos celebrando el bicentenario de la Independencia. Ya no habrá la tentación de los gobiernos de gastarse millonadas de dinero de los contribuyentes en desfiles organizados por australianos, en fuegos de artificio diseñados por franceses o en estelas de luz que a todos nos dejan fríos. Hoy podemos reflexionar sobre los temas de fondo de la Independencia de México.

Dos factores confluyeron en el deseo de los novohispanos de principios del siglo XIX por buscar la independencia ante la corona española. Uno de ellos fue el anhelo -que manifestaban particularmente los criollos que concentraban el poder económico pero no el político- de que las decisiones importantes del país no se tomaran ya en una corte a miles de kilómetros de distancia sino en el propio territorio nacional. El otro, que enarbolaban principalmente los mestizos, convertidos desde entonces en el grupo mayoritario de la sociedad, era más básico: una mejora en la situación económica.

La independencia política se obtuvo claramente a partir del momento en que Agustín de Iturbide logró controlar el país e hizo que se firmara el Acta de Independencia del 28 de septiembre de 1821. Ésa fue la verdadera fecha de la emancipación de nuestro país. Nunca más pudieron los reyes españoles tomar las decisiones políticas de México. Desde ese momento hemos tenido una larga serie de gobernantes, muchos de ellos muy malos, pero todos nuestros.

La independencia económica es otro tema. El ingreso per cápita de los mexicanos se deterioró gradualmente desde el momento de la Independencia. Los gobiernos mexicanos fueron incapaces de establecer las bases de un crecimiento económico sostenible. Los grupos políticos se disputaban constantemente el poder y con ello generaron condiciones de incertidumbre que afectaban la inversión productiva y el comercio. Tuvo que venir el gobierno fuerte de Porfirio Díaz a partir de 1876 para que México empezara a tener desarrollo económico.

En el siglo XX la Revolución mexicana fue un nuevo golpe al bienestar económico. Pasarían años o décadas para que se recuperara el nivel de prosperidad logrado en 1910, al concluir el gobierno de don Porfirio. Durante buena parte del siglo XX hubo, ya bajo los regímenes del PRI, un crecimiento económico sólido. Sin embargo, la expansión de la economía mexicana fue inferior a la que lograron otros países del mundo, tanto de Asia como de Europa, que de ser más pobres que nosotros hoy son varias veces más prósperos.

La lucha por la independencia de nuestro país fue un fracaso si consideramos que no se ha alcanzado el objetivo económico. México sigue siendo un país pobre, muy pobre si consideramos nuestro potencial económico. La razón principal es que hemos tenido gobernantes que no han entendido cómo funciona la economía. Ellos han construido una economía supuestamente diseñada para generar una mayor equidad, pero que lo único que ha logrado es inhibir la inversión y preservar la pobreza.

Las mismas fiestas del bicentenario de 2010 son un ejemplo de los errores que nuestros gobiernos han cometido en la Historia y que nos han mantenido en la pobreza. En lugar de usar nuestros escasos recursos para la inversión productiva, los desperdiciamos en una fiesta de gran boato que no nos ha dejado nada. Ante esta filosofía de nuestros políticos, no debe sorprendernos que sigamos siendo un país pobre.

Twitter: @SergioSarmient4

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