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Las manos en los bolsillos

Ciudad posible

ONESIMO FLORES DEWEY

En los últimos meses los medios ventilaron sonados casos de corrupción. El gobernador de Illinois fue a la cárcel por intentar vender el escaño que Barak Obama dejó vacante en el Senado. El expresidente francés Jaques Chirac fue sentenciado a dos años de prisión por autorizar pagos a 21 aviadores que hacían trabajo partidista. El Rey de España utilizó su mensaje navideño para deslindarse del tráfico de influencias de su yerno. Y en Brasil, la Presidenta Rousseff destituyó a 6 ministros del gabinete por diversos escándalos que incluyen condicionar contratos al pago de "comisiones" y utilizar presupuesto público para pagar servicio doméstico en residencias particulares.

La corrupción existe en todos lados. Lo que varía es la tolerancia ante la deshonestidad, quizá infinitamente superior en México.

Comparado con lo sucedido en Coahuila, por ejemplo, los $3 millones de dólares que se embolsó el yerno del Rey de España parecen minucias y los 21 aviadores que ponen en tela de juicio el legado del presidente Francés dan ternura. ¿Cuántos aviadores había en la nómina del Estado, si algunas dependencias operan sin problema a pesar de recortes mayores al 50% de su resupuesto? ¿Cuánto dinero malgastó o distrajo la administración anterior en el Mega-distribuidor Vial "El Sarape" de Saltillo, si costó casi lo mismo que el "El Baluarte", el puente atirantado más alto del mundo? ¿Cuántos ministros del nuevo Gobierno de Coahuila serían destituidos en lugar de ser ratificados si el gobernador entrante utilizara los estándares de Dilma Rousseff?

El análisis sobre la deuda de Coahuila se ha concentrado en la manera en que fueron contratados los créditos. Mucho hay que decir al respecto, pero ese asunto representa sólo la punta del iceberg. ¡Más que el origen de la deuda, debe preocuparnos su destino! Hay miles de millones de pesos ejercidos sin justificación, y sin embargo el secretario de Finanzas fue ratificado y el entonces el Contralor continúa en la nómina. El titular del Satec, presunto arquitecto del fraude, se recetó un bono de desempeño antes de escapar. ¡Y nadie ha llamado a cuentas al exgobernador Humberto Moreira! Seamos claros: Sin una investigación clara, transparente e independiente, crecerán las sospechas de que el dinero de la deuda financió a la maquinaria electoral que arrasó en las elecciones.

Hace días platiqué con uno de los más grandes periodistas que ha dado Coahuila. Discutimos sobre las balaceras, sobre el desfalco a las finanzas de Coahuila y sobre el asombroso control político que concentra una familia en nuestro Estado. Yo atacaba con argumentos técnicos, y él defendía utilizando el corazón. Yo describía hechos, él recordaba anécdotas. Acordamos un empate. Su amistad personal con algunos protagonistas de esta historia, producto de una prolífica carrera, lo ha blindado frente críticas como la mía. Ningún argumento podría convencerlo de variar su posición.

Sin embargo, aún retumba en mi mente una frase utilizada por el periodista. En su profunda erudición, recordó un comentario del expresidente López Mateos, que pretende describir a los mexicanos: "En México todos tenemos la mano metida en el bolsillo de otro mexicano, ¡y hay de aquel que rompa esta cadena!". La primera parte de esta frase parece inobjetable. En nuestra sociedad reina la mordida, el cochupo y el chayote. Todos nos beneficiamos y todos tenemos parte de la culpa. Pero al asumir la corrupción como parte inherente de nuestra identidad, debilitamos nuestra capacidad de prevenir y corregir errores. Roban un poco, nadie dice nada, y entonces roban más. Quizá eso nos pasó en Coahuila.

En cambio en España, Francia, Estados Unidos y Brasil, la menor provocación parece suficiente para desatar las tormentas previstas por López Mateos. Ni la popularidad, ni los vínculos familiares ni el peso político son argumentos para dejar de investigar a quien abusa del presupuesto público. Las autoridades prefieren deslindarse públicamente, pues como advirtiera Don Miguel de Unamuno, "quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia". ¿Se pueden imaginar el ridículo si el Rey de España proponiendo a su yerno para Senador? ¿Por qué lo que allá sería inaudito aquí parece plausible? Quizá indignarse frente a la corrupción sea tarea reservada para idealistas y soñadores. Pero lo que queda claro, a la luz de lo observado en Coahuila, es que con las manos metidas en los bolsillos ajenos, todos nos caemos de hocico.

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