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LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA

LA LOCOMOTORA ANDABA ECHA LA MOCHA

JUAN RECAREDO

Hay expresiones populares que no parecen tener explicación alguna y a lo mejor ciertamente no la tienen, pero entonces el mismo pueblo se las inventa y lo hace por lo general con tanto ingenio que

hasta parecen ciertas, a veces hasta más que las que son históricamente comprobables… “Andar hecho la mocha”, por ejemplo tiene una historia simpática que me parece muy creíble aunque jamás metería las manos al fuego por su veracidad.

Andar hecho la mocha es moverse o desplazarse a toda velocidad, rapidísimo y este dicho viene de la época en que se iniciaban los ferrocarriles en México. Imagínese usted el tamaño de las primeras locomotoras que llevaban siempre pegado un carrito carbonero porque se movían con el vapor que se generaba con el calor de ese combustible, el cual era paleado por un tipo que dedicaba su vida a eso…

a echarle carbón a la máquina en la caldera para que con el agua produjera el vapor

necesario para moverse.

Eran aquellas locomotoras que al caminar iban dejando una densa columna de vapor y hacían un ruidazo infernal. El asunto es que para los movimientos de patio no había locomotoras especiales y

eran esas mismas moles inmensas las que tenían que desplazarse para disponer el

tren, antes de iniciar su viaje. Hasta que un día llegaron unas locomotoras chiquitas, (relativamente chicas ¿verdad?) con capacidad para movimientos limitados y destinadas específicamente a las operaciones de patio.

A los ferrocarrileros les parecieron muy curiosas aquellas mini locomotoras que se desplazaban internamente a una gran velocidad, porque la comparaban con la pesada lentitud de las locomotoras

enormes que ellos conocían y por lo corto de su tamaño pronto empezaron a llamarle “las mochas”.

A partir de entonces cuando alguien se movía con mucha rapidez decían que se parecía a una “mocha”. “Mira, allá viene aquel hecho la mocha” era equivalente a decir “allá viene aquel moviéndose tan rápido como una de las mochas”.

En cuanto a la palabra TEPOROCHO, apodo con el que se le conoce a un alcohólico indigente, la palabra dicen que surgió también en la época de la Revolución. Los revolucionarios en su tiempo de descanso refrescaban la garganta con un rasposito mezcal, el cual se vendía en los tradicionales jarritos de barro a 3 pesos cada uno.

Además había una oferta especial: si comprabas 3 jarritos te los daban a sólo 8 pesos y entonces empezó a escucharse cada vez con más frecuencia que le pedían al vendedor “dame un 3 por 8”. Sólo que, después de ingerir varias ofertas, la lengua empezaba a trabarse y entonces el cliente empezaba a pedir “un te-por-ocho... jip...” hasta que finalmente el nombrecito se les quedó.¿Será una historia cierta o falsa? No sé pero es simpática y no tenemos por qué no creerla.

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