…Y lo peor de todo es que tampoco es afrodisíaco. ¿A qué me estoy refiriendo? Pues a la cantárida, un insecto que por alguna razón para mí desconocida se ha asociado siempre con el sexo, o más bien dicho con el impulso erótico. Se dice que, ingerida la cantárida es un poderoso afrodisíaco, es decir que le da a quien la toma, un renovado impulso y un gran poder para desempeñarse notablemente en la actividad sexual.
A la cantárida, por alguna otra razón que tampoco conozco ni entiendo, en algunos países de habla inglesa se le llama spanish fly que en traducción libre quiere decir “mosca española”, pero la verdad es que ni es mosca, ni es española y lo peor del caso es que –como le digo- tampoco tiene nada de afrodisíaco… al contrario, los efectos que produce –diarrea, vómitos y dolores en los genitales-, no son precisamente lo que pudiera llamarse excitantes o inspiradores como para ponerse con todos esos achaques a hacer el amor con gran fuerza y con loco abandono.
La palabra afrodisíaco viene del nombre de Afrodita que era la diosa del amor para los griegos y que viene siendo Venus para los romanos. La de los afrodisíacos es una historia larga. Se dicen muchas cosas de ellos. En la actualidad, entre los muchachos y los señores se dice con mucha frecuencia que el comer ciertos mariscos –ostras, ostiones, camarones y almejas- es una forma segura –y deliciosa- de “cargar la batería”, es decir de tener “listas las armas” para cuando se presente la oportunidad (o la necesidad) de desempeñarse como amante.
No le exagero si le digo que, a lo largo de la historia ha habido miles de productos, sustancias y combinaciones que se han calificado y promovido como afrodisíacos, pero prometen puras falsedades.
Se cuenta del obispo Burchard I que allá por el Siglo IX andaba diciendo que si se ponía a una bailarina desnuda danzando alrededor del trigo recién cosechado, éste (el trigo) se cargaba con una fuerza tremenda que luego era transferida a la harina que con él se producía y después pasaba de la harina al pan y que luego, los hombres que comieran ese pan, se enamorarían locamente de la bailarina que había ejecutado el ritual.
En otros tiempos se ha dicho y comentado acerca de las facultades afrodisíacas de la sangre de serpiente, del hueso de tigre, de los testículos de algunos mamíferos y hasta del cuerno de rinoceronte. Imagínese el problemón para atrapar a un rinoceronte, hacerlo que acepte que se le corte el cuerno y luego que éste se haga polvo para darle potencia a un señor impotente.
Aparte hay que considerar que el cuerno está hecho de queratina que es la misma materia con la que se forman las uñas y el pelo, o sea que sería igual usar estos –uñas y pelo- para hacer el show ese del dizque afrodisíaco y dejar tranquilo al rinoceronte. De todas maneras no iba a servir de nada.
Los científicos lo han dicho mucho: los afrodisíacos, como tales no existen, sustancias que tengan la capacidad de encender el deseo sexual, no hay, no hay. Nunca se ha demostrado positivamente que haya alguna sustancia que sea realmente efectiva en ese sentido.
Hay algunas sustancias como el sildenafil (el de las famosas pastillas azules) que pueden ayudar a corregir ciertos desarreglos fisiológicos que impiden la erección, pero en ningún momento crean o favorecen el deseo sexual.
Escríbale a Don Juan Recaredo: La dirección de su correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
Angélica Cantú Vázquez pregunta ¿Cómo se pronuncia la palabra MOJONERA? ¿Es con “J”, -mojonera- o con “H” muda –mohonera-, porque mi mamá -que tiene 85 años- dice que toda la vida lo pronunciaron mohonera y ahora dicen mojonera.
RESPUESTA:
Probablemente en el español antiguo la palabra era MOHONERA, pero actualmente la H aspirada ya se convirtió en J y ahora lo correcto es MOJONERA.
Refrán muy cierto para terminar: El que nada debe, es que no compró en abonos. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.
